Neuroergonomía Cognitiva

En esta comunicación se presenta el concepto de Neuroergonomía Cognitiva, como un nuevo acercamiento a la Ergonomía que relaciona aportaciones de la Ergonomía de la Actividad y de la Neuropsicología para crear un cuerpo teórico y práctico que permita nuevas aplicaciones para diseñar puestos de trabajo más sanos, seguros y productivos.
Palabras Clave: 
emoción, representación, neuropsicología, descontextualización, toma de decisiones, error humano, neuroergonomía, marcador somático
Autor principal: 
Manuel
Llano Lagares
Coautores: 
Manuel Lucas
Sebastián Cárdenas

Llano Lagares, Manuel

Técnico en Prevención de Riesgos Laborales. Secretario Asociación Andaluza de Ergonomía y Psicosociología (ErgoAn) / Director Técnico (área Ergonomía) Grupo G-IDEA /manolollano@hotmail.com

Sebastián Cárdenas, Manuel Lucas

Ergónomo – Psicólogo. Presidente Asociación Andaluza de Ergonomía y Psicosociología (ErgoAn). Coordinador de PRL de la Sección de RR.HH. del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental / Director Ejecutivo Grupo G-IDEA / mlucas_01@yahoo.es

ABSTRACT

ABSTRACT

En esta comunicación se presenta el concepto de Neuroergonomía Cognitiva, como un nuevo acercamiento a la Ergonomía que relaciona aportaciones de la Ergonomía de la Actividad y de la Neuropsicología para crear un cuerpo teórico y práctico que permita nuevas aplicaciones para diseñar puestos de trabajo más sanos, seguros y productivos.

Palabras clave

Palabras clave

Emoción, actividad, representación, neuropsicología, descontextualización, toma de decisiones, error humano, neuroergonomía, marcador somático

INTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN

Desde el principio de los tiempos el ser humano ha estado envuelto en una interminable batalla contra sí mismo para eliminar un problema harto recurrente, su propio error. La literatura especializada ha recogido en multitud de ocasiones accidentes tan importantes como el ocurrido en Chernobil, donde se constató que el error humano fue la causa originaria de la catástrofe.

Sin duda, actualmente, en el ámbito del diseño de sistemas de hombre-máquina, la expresión latina “homo homini lupus”, (el hombre es un lobo para el hombre) tenga más relevancia que nunca. Nos encontramos en un momento histórico donde los avances de la técnica han podido contrarrestar, en gran medida, los fallos de los artefactos, sin embargo, es sobre el llamado factor humano1 sobre el que recae la responsabilidad de la falla ante un sistema que en muchas ocasiones no ha sido pensado para y con él.


1 “es la expresión con la que los ingenieros, los que se ocupan de la confiabilidad de las instalaciones, los especialistas en seguridad de las personas y de las instalaciones, designan el comportamiento de los hombres y las mujeres en el trabajo” (Dejours, 1998) [1]

Es evidente, que en este sentido se han dado grandes pasos, pero a la vista de los resultados, no han sido suficientes.

La disciplina que tiene por encargo la comprensión para la transformación de los puestos de trabajo de cara a la minimización del error, es la Ergonomía. En este sentido Jacques Leplat define la ergonomía como “[…] una tecnología cuyo objeto es la organización de los sistemas hombres-máquinas. […] Se ha señalado el carácter multidisciplinario de la ergonomía. En efecto, esta recurre a un gran número de disciplinas: fisiología, psicología, ingeniería, medicina, semiología, etc,…, a las que se podría aplicarse el epíteto de ergonómicas, para designar la parte de su campo que se refiere a la ergonomía”. (J. Leplat, 1985) [2]

Desde esta conceptualización, parafraseando a Jacques Leplat, se introduce el concepto de neuroergonomía cognitiva, como el conjunto de conocimientos neuropsicológicos pertinentes al análisis y a la solución de problemas ergonómicos desde el enfoque de la Ergonomía de la Actividad.

Desde el campo de las neurociencias en general y la neuropsicología en particular existen continuas aportaciones sobre el ser humano y su interacción con su contexto. De este modo, toma de decisiones, percepción de riesgo,… son conceptos que se utilizan desde hace tiempo en la investigación con seres humanos. No obstante, rara vez dichos conceptos son cuestionados, desde este enfoque neuropsicológico en las soluciones aportadas por la Ergonomía. Incorporamos por tanto esta concepción neuroergonómica a sabiendas de que el intento de acceder a una realidad poliédrica, como es el diseño de sistemas hombre-máquina, pasa por el acercamiento desde múltiples ángulos. Es aquí donde la neuroergonomía cognitiva aparece como una disciplina necesaria para la comprensión y la transformación de la actividad humana.

CONTEXTO CONCEPTUAL

La neuroergonomía cognitiva pretende ser un marco de acercamiento a la actividad humana elaborado a través de elementos de diferentes sistemas comprensivos del fenómeno.

Comenzamos este acercamiento desde el constructivismo, donde se considera que el cerebro no es un mero recipiente donde se depositan las informaciones, sino una entidad que construye la experiencia y el conocimiento, los ordena y da forma, permitiendo de esta forma percibir la realidad gracias a nuestras estructuras mentales. Como indica en este sentido J. Bruner (2004) [3] “Conocemos el mundo de diferentes maneras, desde diferentes actitudes, y cada una de las maneras en que lo conocemos produce diferentes estructuras o representaciones o, en realidad, “realidades”.

En última instancia, el acceso a la realidad, si es que podemos acceder a ella, es emocional, o dicho de otro modo, es la emoción el mecanismo que permite crear los marcos en los que se gesta la particular realidad de cada ser humano.

Otro punto de partida es el concepto de relativismo cultural, que afirma que “cualquier acción humana es relativa a un contexto social. Es decir, que ninguna acción humana puede ser extraída de su contexto, a riesgo de perder de vista su significado” (Díaz, A., 2005) [4]. Podemos definir el contexto como la dimensión subjetiva que elabora un sujeto de una situación concreta en la que está realizando unas tareas específicas (Cubero y De La Mata. 2005) [5].

En este sentido resulta representativo destacar las aportaciones del enfoque histórico-cultural en psicología (también conocido como “sociocultural” o “psicología cultural”) que fue inaugurado por Lev S. Vygotski y desarrollada por psicólogos rusos en el siglo XX.

En toda la psicología histórico-cultural, el concepto de “actividad” resulta crucial. No se trata de cualquier tipo de acción, sino de “actividad social”, práctica y compartida; en ella hay intercambio simbólico y utilización de herramientas culturales para la mediación. En la actividad, así entendida, se encuentran las personas adultas y las que no lo son, las personas expertas y las aprendizas. En la actividad se produce la creación de sentido y en ella se integran los aspectos prácticos, emocionales, relacionales y cognitivos.

A.S. Leontiev desarrolló un estudio sistemático en torno a esta idea de la actividad, dando lugar a lo que hoy se conoce como “teoría de la actividad”, coherente con la idea de formación material de la mente característica de la psicología histórico- cultural (la actividad intelectual no está separada de la actividad práctica):

"si retiráramos la actividad humana del sistema de relaciones sociales y de la vida social, no existiría ni tendría estructura alguna. Con sus diversas formas, la actividad individual humana es un sistema en el sistema de relaciones sociales. No existe sin tales relaciones. La forma específica en la que existe está determinada por las formas y los medios de interacción social material y mental creados por el desarrollo de la producción" (Leontiev, en Wertsch, 1988, p. 219) [6]

En esta línea, la ergonomía francófona (la Ergonomía centrada en la Actividad basada en las aportaciones de A.S. Leontiev), no considera las funciones aisladas como único factor a tener en cuenta, sino los comportamientos y los razonamientos como se presentan en las situaciones naturales de trabajo actuales o futuras. No tiene en cuenta al usuario de los dispositivos técnicos, sino a la utilización que de éstos hace el operador. Esta ergonomía evolucionó, sobre todo, a partir de la década de 1980 (aun cuando los trabajos de J.M. Faverge mostraron este camino desde la década de 1950).

“La actividad, en este enfoque, son los comportamientos, los razonamientos, los sentimientos del operador en cuanto actor. Un actor que tiene que desempeñar un papel, pero también debe dar una interpretación de ese papel, en función de las situaciones (la ergonomía de la actividad es una parte interesantísima de la “revolución contextual” como la describió por otro lado J. Bruner). En efecto, en esta perspectiva no hay actividad si a ésta no se la ubica”. (Mountmollin, 1999, XII)[7]

El siguiente pilar de la concepción de la actividad humana a través de la Neuroergonomía Cognitiva son las aportaciones que sobre el ser humano realiza la Neuropsicología. Disciplina que estudia las relaciones existentes entre las funciones cerebrales, la estructura psíquica y la sistematización socio-cognitiva en sus aspectos normales y patológicos, abarcando a todos los periodos evolutivos. Esta ciencia, que hunde sus raíces en la Psicología y que forma parte de las llamadas Neurociencias, desempeña actualmente un papel importante en las ciencias del comportamiento humano y en la clínica aplicada. Durante los últimos años sus aportaciones, tanto a través de estudios experimentales, como de estudios de pacientes con daño sobrevenido, han permitido avanzar en el conocimiento de la relación del hombre con su medio, para lo cual, se ocupa básicamente de la actividad biológica relativa al funcionamiento del cerebro, en especial del córtex, así como el estudio de la emoción y los procesos psíquicos complejos-superiores. (Atención, Memoria, Funciones Ejecutivas, Lenguaje,…)

En este apartado debemos hacer mención especial a la persona de Aleksandr Romanovich Luria (1902-1977), catedrático de neuropsicología y psicofisiología en la Universidad Lomonosov de Moscú. Trabajó durante años junto a Alexei Leontiev y Vygotski, quien ejerció una influencia decisiva en la dirección de sus trabajos. Realizó importantes investigaciones en el campo de la psicología general, la etnopsicología, la psicofisiología y la psicolingüística. Actualmente es considerado como el padre de la Neuropsicología moderna.

Uno de los desarrollos más importantes de la Neuropsicología hace referencia a la comprensión del funcionamiento de unas estructuras, situadas en el cerebro, altamente sofisticadas y de desarrollo tardío denominadas Lóbulos Frontales. Dichas estructuras, están situadas en la parte anterior y constituyen aproximadamente un tercio del cerebro humano, lo que representa el mayor volumen de superficie cortical de todos los mamíferos superiores. Suelen dividirse en dos grandes territorios, corteza frontal y prefrontal, para diferenciar las zonas posteriores y anteriores respectivamente.

Los lóbulos frontales, y sobre todo la región prefrontal (Fuster, 1989) [8], realizan las funciones más avanzadas y complejas del cerebro, las denominadas funciones ejecutivas2. Como indica Goldberg (2004), los lóbulos frontales “están ligados a la intencionalidad, el propósito y la toma de decisiones complejas. Sólo en los humanos alcanzan un desarrollo significativo; presumiblemente, ellos nos hacen humanos. Toda la evolución humana ha sido clasificada como “la edad de los lóbulos frontales”. En este sentido A.R. Luria los denominaba “el órgano de la civilización”.

ELEMENTOS DETERMINANTES

A continuación se describen algunos de los conceptos centrales a tener en cuenta en el enfoque de la neuroergonomía cognitiva, a desarrollar desde esta perspectiva.

PERCEPCIÓN DEL RIESGO

En su 4ª Edición del libro “Seguridad en el Trabajo”, el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el trabajo expone en relación a los orígenes de los accidentes de trabajo:

“[…] Por contrapartida, un exceso de confianza puede contribuir también a que en ocasiones las personas se enfrenten innecesariamente a riesgos, aun siendo conscientes de su existencia.

También hay que, a pesar de la existencia del instinto de conservación frente a las agresiones externas que tiene el ser humano, en su proceso de desarrollo personal se han ido creando en el subconsciente una serie de esquemas que pueden actuar erróneamente limitando los mecanismos de autodefensa y cegando las alertas que el individuo podría recibir en situaciones de plena conciencia. Gran parte de las actuaciones de las personas son respuestas derivadas del subconsciente y de la información que llega al nivel de conciencia. Afortunadamente a través de un proceso educacional en el trabajo esto se puede ir corrigiendo […]”

2 "…es el constructo cognitivo usado para describir conductas dirigidas hacia una meta, orientadas hacia el futuro, que se consideran mediadas por los lóbulos frontales. Incluyen la planificación, inhibición de respuestas prepotentes, flexibilidad, búsqueda organizada y memoria de trabajo. Todas las conductas de función ejecutiva comparten la necesidad de desligarse del entorno inmediato o contexto externo para guiar la acción a través de modelos mentales o representaciones internas". (Ozonoff, Strayer, McMahon y Filloux, 1994,p.1015). [9]

De alguna manera, al hablar de exceso de confianza, el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo está refiriéndose también a la percepción del riesgo del trabajador. Es obvio pensar que ante una menor percepción del riesgo respecto a una situación, más se bajará el nivel de alerta del trabajador y por tanto, existirá una mayor probabilidad de ocurrencia de un accidente.

Resulta evidente que la percepción del riesgo por parte del operador es determinante a la hora de afrontar situaciones en las cuales un error (el consabido error humano) pueda originar un accidente o una catástrofe. Sin embargo, ¿se tienen en cuenta en los diseños la percepción del riesgo por parte del operador o incluso la variación de ésta debido al proceso de habituación?

En este sentido, según la literatura actual, la evaluación del riesgo se contempla básicamente desde dos perspectivas. Una, donde se considera el riesgo como una característica objetiva de las condiciones de trabajo y otra, donde se considera el riesgo como una valoración subjetiva del trabajador. Estas dos perspectivas consistirían en dos visiones reduccionistas del fenómeno. Tanto el “realismo ingenuo” (el riesgo como una característica objetiva) como "relativismo cultural" (el riesgo como una valoración subjetiva) no sirven para gestionar el riesgo. El punto de compromiso entre estas posturas extremas pasa por integrar dos aspectos: (1) el componente de subjetividad que comporta toda evaluación de riesgos y (2) la necesidad de procedimientos de medida del riesgo sistemáticos y repliclables. (Mariona Portell Vidal NTP 578) [10]. Desde la neuroergonomía cognitiva, sostenemos la posibilidad de creación de tales instrumentos capaces de unificar ambas posturas.

TOMA DE DECISIONES

En íntima conexión con el concepto anterior, el proceso de toma de decisiones se muestra igualmente determinante a la hora de emprender cualquier estudio sobre el error humano. Dada la ambigüedad inherente a nuestra realidad (multiplicidad de variables), cuando el operador se enfrenta ante una situación en la que tiene que decidir qué acción llevar a cabo, no puede descartarse la posibilidad de la falla (el hombre en su continua lucha contra la incertidumbre). En muchos casos, se espera que un buen procedimiento de toma de decisiones debe estar basado en un proceso de razonamiento “lógico” que lleve al operador a optar por la opción correcta. Sin embargo, los diseños de sistemas hombre-máquina están basados en visiones reduccionistas, donde se presupone que el operador actúa en su puesto de trabajo de forma similar a como resuelve un problema matemático (razonamiento en base a silogismos lógicos).

En este sentido, los trabajos de Tversky y Kahneman (1974) [11] cuestionan la confiabilidad básica de la razón humana y muestran que aun cuando tratamos de ser fríamente lógicos, damos respuestas diferentes al mismo problema cuando éste se plantea en términos ligeramente distintos, es el concepto de la racionalidad restringida. “Esto significa que no podemos suponer que nuestros juicios son un buen conjunto de bloques sólidamente estructurados, sobre los cuales basar nuestras decisiones porque los juicios mismos pueden ser defectuosos”

Aunque en apariencia, los seres humanos tenemos la capacidad de desarrollar la posibilidad del razonamiento lógico, sin embargo, este mecanismo de toma de decisiones no es el más ampliamente utilizado, incluso en situaciones en las que las circunstancias nos apremian o existen multitud de datos, etc,…es imposible hacerlo, o simplemente, y tal como indica John Austin [12], “la mayor parte del discurso humano no se encuentra bajo la forma de preposiciones analíticas o sintéticas verificables. Y por tanto, no es posible utilizar exclusivamente axiomas lógicos”. En estos casos, el ser humano, dispone de otro mecanismo, mucho más antiguo y que posiblemente sea la base de cognición humana. Este mecanismo es la emoción, de la cual hablaremos más adelante y que se sitúa en la base de la actividad humana en general y de la percepción del riesgo y la toma de decisiones en particular.

Tener la capacidad de predecir y de controlar el poder modulador y creador de la emoción en los procesos de percepción de riesgo y toma de decisiones en situaciones de riesgo, implicados ambos en el origen de la falla humana y de los accidentes laborales, constituye una aportación necesaria para poder evitarlos. La neuroergonomía cognitiva pretende rellenar este vacío con propuestas operativas.

CONCIENCIA DE LA SITUACIÓN

Directamente relacionado con la actividad humana en su contexto, se sitúa el término de conciencia de la situación. La definición más popular y aceptada de este concepto es la que proporciona el investigador norteamericano especialista en factores humanos Mica Endsley, 2000 [13]: "La conciencia situacional es la percepción de los elementos en el entorno existentes en un volumen de tiempo y espacio, la comprensión de su significado, y la proyección de su estatus en el futuro cercano”. La percepción, comprensión y proyección son, según la opinión de Endsley, los tres componentes esenciales de la conciencia situacional. Ellos dan soporte al mantenimiento activo de un modelo mental integrado en tres niveles jerárquicos.

Sabemos que los seres humanos perciben estímulos de su contexto de manera diferente en función de la experiencia previa que hayan mantenido con ellos. Por lo tanto, la emoción enlazada a ese estímulo facilita su reconocimiento entre otros. Es decir, el proceso de atención no se convierte en un proceso pasivo sino en un proceso activo, donde el ser humano percibe y da sentido a lo que le rodea en función de su historia experiencial. La neuroergonomía cognitiva permite conocer la saliencia perceptiva que un estímulo provoca en el operador, permitiendo evaluar el primer nivel jerárquico (la percepción) del proceso de conciencia de la situación, de manera que sea posible saber si el operador estará o no predispuesto a tener un problema de conciencia de la situación.

EMOCIÓN

Ekman (2003) [14] escribe en Emotions Revealed que “las emociones determinan la calidad de nuestras vidas”. En esta línea, en la actualidad nadie cuestiona el relevante papel de las emociones en la comprensión de la actividad humana. No obstante, durante muchos siglos se han considerado a las emociones como obstáculos que interfieren en el buen juicio.

Y sin embargo, no podemos obviar que somos seres emocionales incluso mucho antes de que el homo fuese sapiens. Las emociones existen desde hace millones de años simplemente porque han resultado útiles para la supervivencia. Vivir sin ellas es una sentencia de muerte en la naturaleza. Gracias a la reacción emocional, nuestro cuerpo y nuestra mente se preparan automática e involuntariamente para responder a una situación de la mejor manera posible. Las emociones afectan a nuestra manera de ser y pensar sobre el mundo. Es más la cognición no es lo primario, sino un derivado de la emoción. De modo que las emociones influyen en la atención, la memoria y el razonamiento lógico.

Se suele decir que las emociones distraen, pero su efecto es el contrario, nos apartan de un pensamiento determinado para prestar atención a otro que emerge como más importante. Nuestro cerebro no está hecho para recordarlo todo. En este caso, las emociones actúan como un criterio excelente para determinar qué datos recordar y a qué prestar atención. Del mismo modo, el proceso de toma de decisiones se ve afectado por las emociones. El neurocientífico A. Damasio demostró que pacientes cuyas lesiones han dañado la zona cortical íntimamente relacionada con las emociones, la corteza prefrontal, son incapaces de tomar decisiones no basadas en la lógica, originando elecciones vitales catastróficas para ellos.

HIPÓTESIS DEL MARCADOR SOMÁTICO.

Como pilar fundamental en nuestro viaje al entendimiento de la actividad humana en general, y del proceso de toma de decisiones y percepción del riesgo en particular, nos apoyamos en la Hipótesis del Marcador Somático, introducida por Antonio R. Damasio y ampliamente utilizada en psicología, filosofía, antropología y, en general, en el marco de lo que hoy se llama “teoría de la mente”. Tomamos la hipótesis de Damasio como piedra angular para una ambiciosa empresa: aportar una visión explicativa y aplicada para el estudio de la actividad humana desde el punto de vista de la ergonomía francófona.

Quizá sea exacto decir que el propósito del razonamiento es decidir, y que la esencia de decidir es seleccionar una opción de respuesta, es decir, elegir una acción no verbal, una palabra, una frase o alguna combinación de todo lo anterior, entre las muchas posibles en aquel momento, en conexión con una situación determinada.

Antonio Damasio indica que los términos razonamiento y decisión también implican por lo general que el decidor posee alguna estrategia lógica para producir inferencias válidas sobre cuya base se selecciona una opción de respuesta apropiada, y que los procesos de soporte requeridos para el razonamiento están en su lugar. Entre esto últimos, se suelen mencionar la atención y la memoria funcional, pero no se oye casi nada sobre el mecanismo que genera un repertorio de opciones diversas para su selección.

Las estrategias en la toma de decisiones pueden situarse a diferentes estratos de la consciencia. De hecho existen situaciones en las que para seleccionar una respuesta no utilizamos ni el conocimiento consciente ni una estrategia de razonamiento consciente y otras sin embargo en las que necesitamos derivar consecuencias lógicas a partir de premisas asumidas. Sin embargo, la idea es que a pesar de las diferencias manifiestas y a pesar de los evidentes niveles de complejidad, bien puede ocurrir que a través de todos ellos corra un hilo común en forma de un núcleo neurobiológico compartido. (Damasio, A. 1996). [15]

A la hora de tomar una decisión, los componentes clave se desarrollan en nuestra mente de forma instantánea, esquemática, y en la práctica simultáneamente,demasiado de prisa en muchas ocasiones para que los detalles estén claramente definidos. Pero antes de aplicar ningún análisis de coste/beneficios a las premisas, y antes de razonar hacia una solución del problema ocurre algo muy importante: cuando el resultado malo conectado a una determinada opción de respuesta aparecen en la mente, por fugazmente que sea, experimenta un sentimiento desagradable en las entrañas. De este modo, la hipótesis del marcador somático propone que un estado somático (tanto visceral como no visceral), negativo o positivo, causado por la aparición de una determinada representación, opera no sólo como un marcador para el valor de lo que se representa, sino también como un amplificador para la atención y la memoria funcional continuadas. Los acontecimientos son “energizados” por señales de que el proceso ya se está evaluando, positiva o negativamente, en términos de preferencias y los objetivos del individuo. La atribución y el mantenimiento de la atención y la memoria funcional no ocurren por milagro. Son motivados en primer lugar por preferencias inherentes al organismo, y después por preferencias y objetivos adquiridos sobre la base de las inherentes. Tal y como reza en los antiguos Upanishads: “Lo que no puedes saber en tu cuerpo no puedes saberlo en ninguna otra parte”.

El marcador somático consigue forzar la atención sobre el resultado negativo al que puede conducir una acción determinada, y funciona como una señal de alarma automática que dice: atención al peligro que se avecina si eliges la opción que conduce a este resultado. La señal puede llevarnos a rechazar, inmediatamente, el curso de la acción, con lo que hará que elijamos entre otras alternativas.

La idea del marcador somático es compatible con la noción de que el comportamiento personal y social efectivo requiere que los individuos formen “teorías” adecuadas de su propia mente y de la mente de los demás. Sobre la base de dichas teorías podemos predecir qué teorías están formando los demás de nuestra propia mente. El detalle y la precisión de dichas predicciones son, desde luego, esenciales cuando nos enfrentamos a una decisión crítica en una situación social.

En términos de las cortezas prefrontales, se sugiere que los marcadores somáticos, que operan en el ámbito biorregulador y social alineado con el sector ventromediano, influyen sobre la operación de atención y de memoria funcional dentro del sector dorsolateral, sector del que dependen operaciones en otros ámbitos del conocimiento. Esto deja abierta la posibilidad de que los marcadores somáticos influyan asimismo en la atención y la memoria funcional dentro del propio ámbito biorregulador y social. En otras palabras, en los individuos normales, los marcadores somáticos que surgen a partir de la activación de una contingencia determinada amplifican la atención y la memoria funcional por todo el sistema cognitivo.

Actualmente la evidencia empírica de la Hipótesis del Marcador Somático viene de los experimentos realizados con el paradigma conocido como Iowa Gambling Task (Bechara, Damasio, Damasio y Anderson, 1994). Esta prueba está basada en la selección de cartas con diferentes recompensas y castigos. Fue desarrollada para estudiar en el contexto del laboratorio, algunos de los aspectos importantes en la toma de decisiones de la vida real: incertidumbre sobre el futuro, carencia de información, falta de relación entre las recompensas inmediatas y las demoradas,… Resumiendo el proceso, los participantes normales usualmente comienzan seleccionando de las cartas malas, pero acaban seleccionando significativamente más cartas buenas. Existe un proceso inconsciente de reorganización hacia una conducta más adaptativa. Pero no sólo ocurre esto, sobre todo es interesante destacar, como la selección de una carta mala es precedida por un incremento mayor anticipado de la conductancia de la piel (Skin Conductance Responce SCR) que en la elección de una carta buena (Bechara et al. 1996: 1997) De este modo, estas reacciones aparecen antes en los participantes que la adquisición del conocimiento consciente de la tarea (Bechara et al. 1997), ello fue tomadooriginariamente como una evidencia de un mecanismo implícito de marcador somático que fue sensible a una mala estrategia. Es decir, el proceso evaluador interno se crea antes de la toma de consciencia.

Este hecho genera un punto de inflexión en el análisis de conceptos anteriormente descritos como percepción del riesgo o conciencia de la situación. Dado que los procesos cognitivos estarían precedidos de un sistema evaluador previo que determinaría la acción del operador. Una visión estrictamente cognitiva de estos dos procesos sesgaría la concepción de sistemas de actividad humana con importantes repercusiones negativas a la hora del diseño.

La neuroergonomía cognitiva se centra, en consecuencia, en el proceso global de actividad humana, incorporando el eslabón fundamental que falta: el proceso de evaluación emocional como base de los subsiguientes procesos cognitivos (atención, memoria funcional,…).

RESUMEN DEL CONTEXTO CONCEPTUAL DE LA NEUROERGONOMÍA COGNITIVA

Constructivismo

Relativismo Cultural

Psicología histórico-cultural, el concepto de “actividad”

Ergonomía francófona o “centrada en la actividad”

Neuropsicología Cognitiva

Hipótesis del Marcador Somático

ELEMENTOS DETERMINANTES: Error Humano, Percepción del Riesgo, Conciencia de la situación, Toma de decisiones, Emoción, Atención, Memoria funcional

APORTACIONES DESDE LA NEUROERGONOMIA COGNITIVA

El aporte principal de la neuroergonomía cognitiva es una nueva visión, un nuevo acercamiento que desde la Ergonomía se hace al complejo universo de la actividad humana. Esta nueva concepción pretende introducir en el estudio de la adaptación mutua entre el ser humano y su encuadre o marco (objetos, personas, organización,…), los mecanismos mentales y neuropsicológicos del actor en el proceso de creación de sus representaciones.

Desde el contexto conceptual antes expuesto destacamos del concepto de emoción en el estudio, evaluación y diseño de sistemas de trabajo. En ese sentido, desde la neuroergonomía cognitiva consideramos que, es la emoción la que establece el enlace entre el actor y el contexto, y por tanto, es la emoción la responsable de crear la ubicación o marco, convirtiéndose en el nexo facilitador para la representación mental en base a la cual, el actor ejecutará su acción, convirtiéndose de este modo en una pieza fundamental de la actividad humana.

Como puede observarse en el concepto del Marcador Somático de Antonio Damasio, la emoción desarrolla y se desarrolla en un proceso similar al de Autopoiesis, concepto propuesto por Maturana y Varela, 1971 [16] para designar la organización de los seres vivos. La emoción facilita el ajuste, actualiza la atención y adecua la memoria funcional de manera que el operador desencadena una representación de la situación en función de la cual llevará a cabo su acción. Los resultados obtenidos de la acción llevada a cabo en función de su representación provocarán una modificación en la emoción del operador que provocará un enlace diferente a un nuevo contexto. De este modo, la emoción es creadora del marco del que se va a desarrollar la acción y a su vez es modificada por el curso de la acción (en lo que podríamos llamar como un proceso de retroalimentación dinámica).

Desde este enfoque de la Ergonomía, introducimos una nueva y natural visión del diseño de puestos de trabajo que faciliten la creación de una representación adecuada por parte del operador y sobre todo, encontrar una posible solución a uno de los grandes inductores del error humano, la descontextualización. En este sentido, debemos señalar (tal como preguntábamos al comienzo), que los diseños actuales no tienen en cuenta la percepción del riesgo por parte del operador, es decir, carecen de una perspectiva ecológica del diseño y funcionamiento operativo (evolutivo) del cerebro humano.

Podemos expresar esta idea de diseño natural utilizando un símil con la ergonomía física: Desde la ergonomía afirmamos que el diseño del cuerpo humano no es compatible con la posición sedente, es decir, que la incorporación del artefacto llamado silla no es natural respecto a la estructura humana, provocando efectos nocivos que debemos corregir. De igual modo, en los diseños hombre-máquina debemos tener presente la estructura evolutiva del cerebro humano para poder evitar una interacción incompatible que desencadene, en consecuencia, efectos nocivos.

APLICACIONES DE LA NEUROERGONOMÍA COGNITIVA

El proceso anteriormente descrito de reorganización hacia la conducta más adaptativa, de carácter inconsciente para el operador, es medible, valorable y modificable por agentes externos, por lo tanto se abren varias líneas de actuación.

  • 1. Se habla incansablemente de la importancia de la información y la formación del operador en Prevención de Riesgos Laborales, pero: ¿es esta formación adecuada, consigue cambiar actitudes hacia un riesgo, hacia una forma de trabajar,…? Hasta el momento era prácticamente imposible saber qué efecto producían los programas formativos o informativos en los trabajadores. La neuroergonomía cognitiva aporta herramientas en este sentido.
  • 2. Gracias a la posibilidad  de  la  medición,  podemos  determinar  grupos  de riesgo, sujetos  que  presentan  una  percepción  del  riesgo  distorsionada  y tratar de modificar esta percepción o readaptar a la persona.
  • 3. Se abre la posibilidad de una medición continua durante procesos de especial sensibilidad (operaciones de control de procesos, conductores de autobús, de trenes, pilotos, controladores aéreos y ferroviarios,…)  para evitar el  problema de la descontextualización. El  cerebro humano no  está diseñado para realizar tareas monótonas y de falta de cambio por lo que, debido al diseño del cerebro, se desencadena un proceso de economía de recursos apareciendo los conocidos automatismos.  En  este  sentido, definimos la descontextualización como “la pérdida de conciencia del marco en el que se realiza la actividad debido a la habituación o pérdida de fuerza del marcador somático”. Esta descontextualización permite que la actividad del operador no se adecue al marco y por tanto aparezca la falla. Dos conceptos íntimamente relacionados con el proceso de descontextualización serían la pérdida de conciencia de la situación (Endsley) y Human Out of the Loop. Gracias al marcador somático tenemos la posibilidad de monitorizar este proceso para evitar la aparición de la descontextualización.
  • 4. Conociendo la existencia del  fenómeno de la  descontextualización  en diversos  sistemas  hombremáquina,  podemos  evaluar  dichas  interacciones para poder lograr diseños que faciliten lo menos posible la aparición de este fenómeno.

CONCLUSIONES

Jerome Bruner [17] en su libro Realidad mental y mundos posibles critica el hábito de trazar fuertes límites conceptuales entre el pensamiento, la acción y la emoción como “regiones” de la mente, y tener luego que construir puentes conceptuales para conectar lo que nunca se debería haber separado. Estas palabras de J. Bruner resumen la principal aportación de la neuroergonomía cognitiva: pretender acercar marcos conceptuales ya existentes dentro de un cuerpo teórico y aplicado que complemente y que agregue una visión más rica a la actividad humana.

Definimos la neuroergonomía cognitiva como el estudio de la adaptación mutua entre el ser humano y su encuadre o marco (objetos, personas, organización,…), así como de los mecanismos mentales y neuropsicológicos del actor implicados en el curso de la actividad.

Desde la concepción actual de la ergonomía cognitiva se hace mención a la existencia de procesos cognitivos que están directamente relacionados con la aparición del Error Humano. La atención o la memoria funcional u operativa del operador aparecen como factores importantísimos a la hora de establecer procesos donde el supuesto procesamiento de la información se ha interrumpido o tergiversado, y por lo tanto, ha desembocado en un simple error de producción, un accidente laboral o una catástrofe. Hasta aquí operaba la ergonomía cognitiva actual. La neuroergonomía cognitiva aporta la visión de los procesos que existen por debajo de esos llamados procesos cognitivos superiores que van a ser, ciertamente, los que van a determinar la acción del operador. Sabemos que la atribución y el mantenimiento de la atención y la memoria funcional no ocurren en el vacío, sino que detrás se encuentra la emoción, en forma de marcador somático, sirviendo como un amplificador para la atención y la memoria funcional continuadas. Por lo tanto, conocemos cual es el mecanismo que permite profundizar en aquello donde la ergonomía cognitiva se queda.

Desde la constatación de esta importante carencia proponemos el desarrollo de una nueva disciplina que aporte la perspectiva necesaria para la creación de un verdadero diseño natural de los sistemas hombre-máquina, subsanando las incompatibilidades presentes en los diseños actuales y sus consecuencias nocivas.

REFERENCIAS

  • 1. Dejours, C. (1998) El Factor Humano. Buenos Aires: Lumen.
  • 2. Leplat, J. (1985) La Psicología Ergonómica. Barcelona: Oikostau
  • 3. Bruner, J. (2004) Realidad mental y mundos posibles. Madrid: Alianza.
  • 4. Díaz, A. (2005). Etnografía y Técnicas de Investigación Antropológicas. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.
  • 5. Cubero, M., De La Mata, M. (2005). Cultura y Procesos Cognitivos. En Cubero, M., Ramirez J. D. et al. (p. 69). Buenos Aires: Miño y Dávila.
  • 6. Wertsch, J.V. (1988).  Vygotsky y la formación social de la mente. Barcelona: Paidós.
  • 7. Montmollin,  M.  (1998)  Introducción  a  la  ergonomía.  México:  Limusa  Noriega Editores.
  • 8. Fuster,     J.    M.    (1989)      The     prefrontal      cortex:     anatomy,      phisiology,     and Neuropsychology of the frontal lobe. New YorK. Raven Press.
  • 9. Ozonoff, S, Pennington, B. F. y Rogers, S. J. (1991). Executive function abilities in autism and Tourette Syndrome: an information procesing approach. Journal of child Psychology and Psychiatry, 35(6), 10151032.
  • 10. Portell Vidal, M., Solé Gómez, M. (2004) Riesgo percibido: un procedimiento de evaluación. Madrid: Ministerio de trabajo y asuntos sociales, NTP 578.
  • 11. Tversky, A., Kahneman, D. (1974) Judgement under uncertainty: Heuristics an biases. Science, 185, 11241130.
  • 12. John Austin, How to Do Things with Words, Oxford University Press, 1962.
  • 13. Endsley, M. R.  (2000).  "Theoretical  underpinnings  of  situation  awareness:  A critical review”. In M. R. Endsley & D. J. Garland (Eds.), Situation Awareness Analysis And Measurement". Mahwah, NJ: LEA
  • 14. Ekman, P. (2003). Emotions Revealed. New York: Times Books.
  • 15. Damasio, A. (1996) El error de descartes. Barcelona: Editorial Crítica.
  • 16. Autopoiesis, concepto propuesto por Maturana y Varela, 1971 [18]
  • 17. Bruner, J. (2004) Realidad mental y mundos posibles. Barcelona: Gedisa.