Diseño dimensional de puestos de trabajo. Principios del diseño antropométrico

Diseño dimensional de puestos de trabajo. Principios del diseño antropométrico

Entre las relaciones que en todo sistema persona-máquina (P-M) vinculan muy estrechamente a la persona con la máquina (recordemos que máquina es todo aquello que no es persona) están las relaciones dimensionales. Éstas, como todas las demás (informativas y de control, de tiempos, energéticas, ambientales, etc.) deben alcanzar la máxima compatibilidad entre ellas y entre las personas y las máquinas, pues las incompatibilidades provocan, errores, accidentes, fatiga, enfermedades, ineficiencias e ineficacias.
1 Julio 2022

Redacción

El principio básico de la Ergonomía que debe regir siempre en el diseño y rediseño de puestos de trabajo, herramientas, objetos, ambientes, etc., es el de la adaptación de dichos elementos y condiciones a las capacidades y limitaciones, físicas y mentales, de los distintos usuarios, y nunca a la inversa. Considerando en todo momento que, aunque las personas nos parecemos, no somos iguales y existen notables diferencias físicas y mentales entre las personas: edad, sexo, experiencia, conocimientos, habilidades, motivaciones, carácter, temperamento y, por supuesto, antropométricas.

Tres principios de la Ergonomía

El primer principio que debemos interiorizar en ergonomía aplicada al diseño de puestos de trabajo es el de la supremacía de la persona como el elemento más importante de cualquier proyecto de concepción o rediseño, y la obligación de mantener el referente humano en todas y cada una de las etapas del proyecto, o sea, desde la conceptualización hasta la retirada.

El segundo principio es reconocer nuestra limitada capacidad para modificar psicofísicamente a las personas y que más allá del entrenamiento y la alimentación para mejorar sus aptitudes físicas y mentales, nada se puede hacer. Por lo tanto, la solución realista es diseñar correctamente el puesto y el trabajo, es decir, adaptados a los segmentos corporales relevantes de los operarios que deben intervenir, considerando alcances, tiempos de reacción, esfuerzos, momentos, cadencias, etc., admitiendo que la variable persona es flexible pero frágil, y aceptando que el grupo de operarios de que disponemos y del cual partimos es el mejor que tendremos durante toda la vida útil de nuestro proyecto.

El tercer principio es dejar bien claro que la persona nunca debe de ser dañada por su actividad dentro de un sistema, ni siquiera con molestias psicológicas, y que incluso una actividad sencillamente aburrida afecta, y que el perjuicio no se limita a la incomodidad de una mala postura, sino que es mucho más serio; involucra al sistema músculo esquelético, pero también a los sistemas cardiovascular, respiratorio y nervioso, por citar los más evidentes. La adaptación de la persona a posiciones incómodas es una falacia: jamás nos adaptamos, simplemente nos resignamos y sacrificamos nuestra salud y la calidad del trabajo en aras de una falsa productividad, y culpamos a las máquinas de obsoletas o nos autoculpamos como incapaces, enfermizos, viejos, etc., y acabamos pensando en los “años que pasan”. Resignación y baja productividad son sinónimos del mal funcionamiento del sistema.

Existen tres situaciones diferentes:

1. Diseño para una persona.

2. Diseño para un grupo de personas, que puede ser un grupo pequeño o un grupo numeroso.

3. Diseño para una población muy numerosa.

Lo mejor y más exacto es diseñar el puesto de trabajo para una persona determinada, pero también lo más caro, por lo que sólo está justificado en casos específicos, cuando el puesto es muy importante por las consecuencias que puede provocar un diseño inadecuado, como puestos de control de la calidad de piezas para aviones, coches, etc. En el diseño individual debemos actuar como los sastres o las modistas: tomamos las medidas antropométricas relevantes del sujeto y con ellas diseñamos el puesto exclusivo para él.

Sin embargo, si este puesto debe ser utilizado por un grupo de 5, 20, 50... personas, habrá que tenerlas en cuenta a todas para hacer el diseño. Algo parecido, pero más complicado aún, se presenta cuando debemos diseñar para poblaciones numerosas y muy numerosas. Es el momento de “diseñar” a Maximín.

Para abordar estos casos es necesario hablar primero de los tres principios para el diseño antropométrico.

1. Principio del diseño para el promedio.

2. Principio del diseño para individuos extremos.

3. Principio del diseño para un intervalo ajustable.

Principio del diseño para el promedio

En las dimensiones antropométricas también el promedio generalmente es un engaño. Suponga que 5 personas miden de estatura 195, 190, 150, 151 y 156 cm.; la media sería de 168,4 cm. Si se diseñara la puerta de una cabina de ducha para la estatura media de este grupo, dos de las personas, las que miden 190 y 195 cm., tendrían que encorvarse bastante o se golpearían la cabeza a menudo: ese diseño habría resultado un engaño. Y hay casos peores. Por esto el promedio sólo se utiliza en contadas situaciones, cuando la precisión de la dimensión tiene poca importancia, no provoca dificultades o su frecuencia de uso es muy baja, si cualquier otra solución es muy costosa o técnicamente muy compleja.

Principio del diseño para los extremos

Si se necesitara diseñar la puerta de la cabina de ducha para las 5 personas anteriores, sin duda habrá que hacerlo pensando en la más alta y propondríamos una puerta de 196 cm. de altura, más unos 4 cm. de holgura. Es evidente que si esta persona no se rompe la cabeza, las otras cuatro tampoco. Claro que, en este ejemplo, quizás finalmente tendríamos que acceder y hacerla de 190 cm. por otros problemas: espaciales, tecnológicos, económicos..., y admitir, además, que la persona de 195 es un caso excepcional en ese lugar, y que con toda seguridad deberá estar más que acostumbrada, a fuerza de golpes, al pequeño mundo en que se encuentra.

Si lo que se quiere diseñar para ese mismo grupo es un panel de control donde el alcance del brazo hacia delante es una dimensión relevante, sin duda alguna habrá que determinar la distancia límite por la persona que tuviese dificultades para alcanzar un punto más alejado, es decir, de las 5 personas, la que tuviese un alcance del brazo hacia delante menor y, de esta forma, todas alcanzarían el punto más distante en el panel de control.

Sin embargo, si el sujeto poseedor de este mínimo tuviese el brazo demasiado corto y ofreciera un valor tan pequeño que pusiese en crisis el diseño o provocase incomodidades en los restantes trabajadores, se debería excluir del grupo y, si económicamente fuera viable o humanamente fuera necesario, se diseñaría aparte un puesto específico para él.

Pero supóngase que se necesita decidir el ancho del asiento. Ahora la decisión será la opuesta, pues son los más anchos de caderas cuando están sentados los afectados si el asiento no es lo suficientemente amplio. En este caso es necesario diseñar para el extremo máximo.

Principio del diseño para intervalos ajustables

Este diseño, cuando está destinado a un grupo de personas, es el idóneo, porque cada operario ajusta el objeto a su medida, a sus necesidades, aunque es el más caro por los mecanismos de ajuste. El objetivo en este caso es decidir los límites de los intervalos de cada dimensión que se quiera hacer ajustable. En la situación del ejemplo de los cinco hombres, la altura del asiento se regularía diseñando un intervalo de ajuste con un límite inferior para el de altura poplítea menor y un límite superior para el de altura poplítea mayor. Así, los 5 podrían ajustar el asiento exactamente a sus necesidades.

Supóngase que las alturas poplíteas de esas cinco personas son las siguientes: 35, 38, 42, 46 y 48 cm. Queda claro que para que cada una de esas personas pueda ajustar la altura del asiento a su medida la altura mínima del asiento debe ser 35 cm. y la máxima 48 cm., de manera que el mecanismo de ajuste del asiento debe facilitar un desplazamiento de 13 cm. a partir de 35 cm. de altura desde el suelo.

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