Presión laboral: en Japón, mueren de sobredosis de trabajo
Presión laboral: en Japón, mueren de sobredosis de trabajo
En sus puestos, los japoneses se destacan por su disciplina, orden y respeto a la jerarquía; también por su entrega desmedida, hasta el punto de que son el país que menos duerme del mundo, 45 minutos menos que la media internacional.
Además, antes de la pandemia, se consideraba el país que más horas extra tenían sus trabajadores y donde sólo reciben de media nueve días de vacaciones pagadas al año, la mitad de lo que les corresponde.
Pero este afán por dejar todo por la empresa es llevado en ocasiones al extremo, hasta el punto de que a algunos nipones les cuesta, literalmente, la vida.
No se trata de casos aislados, sino de un mal tan frecuente que hasta tienen una palabra específica para definirlo: karoshi (“muerte por exceso de trabajo”).
Entre sus víctimas se cuentan aquellas personas a las que la sucesión de largas jornadas laborales, sin descanso, les imponen tal carga física y mental que terminan falleciendo súbitamente (ataque al corazón, derrame cerebral, etcétera) o suicidándose.
El origen del Karoshi
El origen de este fenómeno se remonta a principios de 1950. Después de sufrir l la Segunda Guerra Mundial, el primer ministro japonés Shigeru Yoshida quiso reconstruir sus país en ruinas.
Para esta tarea Yoshida convocó a grandes corporaciones y les solicitó especialmente que contrataran a los ciudadanos a cambio de su lealtad y entrega laboral.
Con los años se fue consolidando un sistema laboral donde los empleados, enmarcaron sus necesidades en un excesivo sentido del deber y comenzaron a medir sus desempeño y productividad en relación a las horas trabajadas.
El trabajo intenso, sin descanso, se incrementó como deber en una exhibición de lealtad hacia sus patrones los mismos que, muchas veces, creaban las condiciones de presión para conducirlos a la muerte.
El Karoshi y la cultura del trabajo
Tratado como un accidente laboral más, si un juez determina que se trata de un caso de karoshi, la familia del muerto tiene derecho a ser recompensada por el Estado y por la empresa.
En estos casos, se ha llegado a pagar hasta 1,5 millones de dólares. Según datos del Ministerio de Trabajo, por ejemplo, 190 personas sufrieron esta suerte en el 2017, guarismo similar al de años pasados, aunque algunos especialistas creen que la cifra real es mayor.
La cultura laboral del país, similar a la de otros estados asiáticos, establece que los empleados no pueden dejar sus puestos antes de que lo haga el jefe, quien a su vez mete más horas de las que debería para demostrar su dedicación a la empresa.
Como resultado, hay días en los que los trabajadores pueden pasarse hasta 10 o 12 horas en la oficina, sin que ello mejore la productividad, la más baja de las economías del G-7.
Según una encuesta gubernamental, alrededor de una cuarta parte de las empresas preguntadas requieren a su personal trabajar más de 80 horas extra al mes (una cantidad que marca, según el poder Ejecutivo de Tokyo, el listón del riesgo mortal), y hay casos que superan sobradamente las 100.
Cambiar una cultura del trabajo que conduce a la muerte
Algunas oficinas gubernamentales locales, como la de Toshima, han optado por apagar las luces a las 7 de la tarde para indicar que ya es hora de acabar la jornada. “Queremos que las personas sean más eficientes y productivas para que todos puedan proteger y disfrutar de su tiempo libre. Queremos cambiar el entorno laboral”, aseguró el director de la oficina, Hitoshi Uen.
Sin embargo, aunque poco a poco van calando nuevos modelos, se necesita de más tiempo para modificar una cultura laboral tan arraigada. Basta ver lo sucedido con los diez días de vacaciones decretados, a escala nacional, con motivo de la entronización del nuevo emperador Naruhito en 2019.
Según diferentes estudios, la mitad de la población aseguró no desear tener tantos días de asueto. Si un diario la calificaba como “la idea más ridícula del siglo”, en las redes sociales no salía mejor parada, y se la criticaba por “producir agobio con tanto tiempo muerto”.
Fuente: Clarín