Conciliación, la gran asignatura pendiente
Conciliación, la gran asignatura pendiente
Se ha recordado que el 87% de las grandes compañías incluyen gestión de diversidad de género, si bien se mantiene estable el porcentaje de mujeres que escalan a puestos ejecutivos.
Arrancando el mes también se han puesto en negrita los nombres de las tres mujeres que están al frente del selectivo: las presidentas Ana Botín y Beatriz Corredor y la consejera delegada María Dolores Dancausa. Sin embargo, podríamos visualizar marzo como una burbuja de champán que comienza con fuerza el 8M en torno al empoderamiento de las mujeres, y que va perdiendo fuelle a medida que avanza el calendario; así nos topamos con este 23M, 'Día de la Conciliación y la corresponsabilidad', con malos datos en este terreno.
La falta de conciliación para las mujeres es un panorama global. En el reciente informe Mujer, Empresa y el Derecho 2021 del Banco Mundial en el que se abordan las regulaciones que afectan a las oportunidades económicas de las mujeres en 190 países, vuelve a ser la parentalidad el área que deja un mayor margen de mejora a nivel global.
En ese ranking, España obtiene una buena nota con el cumplimiento del 97% de los indicadores, a idéntica altura que Alemania, Reino Unido, Italia o Nueva Zelanda. En la excelencia del 100% de disposiciones apenas se sitúan un puñado de países, los tradicionales abanderados en igualdad como son Canadá, Suecia, Finlandia y Dinamarca, y, quienes regulan fuerte como Francia y Portugal. Ni que decir tiene que las grandes lagunas respecto a derechos profesionales de las mujeres siguen estando en países de Oriente Medio y África.
Por eso cabe preguntarse: si la igualdad genera crecimiento económico y la normativa en la cultura occidental es tan diligente, ¿por dónde se cuelan brechas, sesgos y estereotipos que merman las oportunidades de las mujeres en la empresa e impiden la retención del talento? Para responder podríamos hacer una horquilla: de un lado, la persistente tendencia a relacionar liderazgo con lo masculino que invisibiliza a las mujeres, y de otro, las renuncias de las propias mujeres por la falta de conciliación.
Un panorama que ha venido a agravar la crisis. La falta de conciliación aboca a muchas mujeres a empleos más precarios y a reducciones de jornada. Un año de pandemia ha agravado la desigualdad de género, con más desempleo femenino, menos contacto con el poder, menos oportunidades, en definitiva.
Un año de pandemia ha agravado la desigualdad de género, con más desempleo femenino, menos contacto con el poder, menos oportunidades, en definitiva
El teletrabajo, esperanza de flexibilidad y conciliación para mujeres y hombres, ha supuesto un sobreesfuerzo para las mujeres, muchas de las cuales lamentan que, entre confinamientos y movilidades reducidas, lo laboral les ha invadido otras esferas, antes más privadas.
De lo que se infiere un panorama perturbador: las tareas profesionales y familiares han restado tiempo a las mujeres para ellas mismas, lo que equivale a decir que la crisis ha derivado en más brecha de conciliación, lo que origina otras varias en relación a menos tiempo para el ocio, la formación y el networking.
En el caso concreto de la conciliación, basta con tirar de datos para ver cuántas bajas por paternidad se demandan y cuántas excedencias toman los hombres para cuidados familiares. En algunas profesiones aún es 0. Por eso, que mal asunto es cuando las mujeres, sin flexibilidad en los horarios laborales y sin corresponsabilidad en el hogar, echan cuentas y renuncian a la promoción profesional o incluso al trabajo. O viceversa, cuando deciden renunciar a tener el número de hijos que les gustaría.
En este 23M hay que dirigirse a toda la sociedad para que asuma la conciliación de las mujeres como un asunto de Estado, un deber moral que nos interpela a todos.
Aún recuerdo cuando la Reina Letizia animaba a racionalizar los horarios, una causa que como sociedad aún tenemos pendiente. Entonces, ante esa responsable llamada, hubo quien le achacó ser demasiado feminista o pretender ser una reina por horas. Barbaridades ultramontanas de quienes se resisten a los cambios y, lo que es peor, a identificar que este país sigue perdiendo demografía, un drama que nos oscurece el futuro, de todos.