¡Deja de rumiar! Reflexionar demasiado sobre los problemas puede convertirse en un problema en sí mismo

¡Deja de rumiar! Reflexionar demasiado sobre los problemas puede convertirse en un problema en sí mismo

Aprende cómo combatir el ‘sobrepensamiento’, un proceso que no lleva a ningún lado y provoca angustia y malestar
16 Marzo 2020

Más vale maña que fuerza, nos dicen desde niños para insistir en la importancia de utilizar la cabeza para solucionar los problemas. Pensar es la solución para la mayoría de dificultades que nos encontramos en nuestra vida. Puede suceder, sin embargo, que el acto de pensar devenga en un problema, una seria dificultad que nos bloquee, un muro ante el que nos podemos dar dolorosamente de bruces afectando de forma negativa a nuestra toma de decisiones. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez dando vueltas a un problema sin encontrar la solución pero, al tiempo, sin poder dejar de pensar en ello?

El pensamiento excesivo, o sobrepensamiento, “se alimenta de la angustia, de las emociones mal gestionadas”, explica la psicóloga Valeria Sabater. “ Es como si tuviéramos una voz interna que actúa como un feroz castigador, alguien que pone en duda cada cosa que hacemos o decimos, alguien que nos recuerda los errores del ayer y se empeña en alimentarnos a base de miedos, de suposiciones, victimismos e incertezas”.

La persona que cae en este estado psicológico no tiene control sobre sus pensamientos, “la preocupación no se detiene, no tiene botón de apagado y algo así genera no solo un gran agotamiento físico y mental”. El estado de ánimo “se vuelve debilitante, y lo que es peor, quien piensa en exceso solo se centra en los problemas, jamás en las soluciones”.

Esta clase de pensamiento se caracteriza por elaborar cadenas larguísimas de ideas negativas, repetitivas, autofocalizadas y cíclicas. No es un trastorno psicológico como tal, pero sí “un rasgo que está detrás de muchas realidades clínicas como los trastornos del estado del ánimo (depresión, ansiedad), trastornos obsesivos-compulsivos e incluso de detrás de los trastornos de alimentación”.

“Quien piensa en exceso solo se centra en los problemas, jamás en las soluciones; y acaba agotado física y mentalmente” Valeria Sabater Psicóloga

”La cantidad de pensamientos no es problema”, puntualiza el psicólogo José Antonio García Higuera, director del proyecto psicoterapeutas.com. “Casi siempre estamos pensando, los problemas surgen asociados a nuestras reacciones”. Cada uno de nosotros tenemos cerca de 60.000 pensamientos al día y gran parte de ellos son negativos, repetitivos e inútiles. “Las personas no solo estamos hechas de músculos, de huesos y tejidos”, recuerda Valeria Sabater. “También estamos hechos de miedos, ideas irracionales y un crítico interno muy negativo que alimenta ese pensamiento excesivo e inútil”.

“La cantidad de pensamientos no es problema; los problemas surgen asociados a nuestras reacciones” José Antonio García Higuera Psicólogo

Esta clase de pensamiento puede originarse por diversos motivos, entre ellos el estrés, uno de los más comunes. “A menudo, nos sentimos superados por las demandas de nuestro entorno. Si la persona, además, carece de adecuadas habilidades para manejar el estrés cotidiano, las preocupaciones y esas emociones adversas que surgen en el día a día, acabará perdido en este tipo de laberintos mentales”. Un problema que deja tras de sí síntomas como la incapacidad de disfrutar de las cosas, el agotamiento físico y mental o la dificultad para conciliar el sueño.

Esta clase de pensamientos pueden arrastrarnos hacia el pasado o el futuro, “nos sacan del momento presente llevándonos al pasado, que no existe, o a un futuro que tampoco existe. Estar siempre lejos del aquí y ahora puede darnos muchos problemas”.

El sobrepensamiento deja tras de sí incapacidad de disfrutar de las cosas, dificultad para conciliar el sueño...

”Quien coloca su vista en el retrovisor del pasado lo hace, o bien como efecto de la añoranza y la nostalgia, o bien como forma de autoboicoteo”, destaca Valeria Sabater. Son muchas las personas que al llegar a casa empiezan a repasar todo lo dicho y lo hecho, arrepintiéndose de casi cada aspecto, de cada palabra, para reconsiderar decisiones. “Tras este tipo de realidades suele haber una baja autoestima”.

En el lado opuesto, quien se obsesiona por los acontecimientos futuros, “lo hace a menudo para anticipar mil fatalidades. El pensamiento excesivo es un adicto al negativismo, no tolera la incertidumbre y la gestiona bastante mal. Todo ello alimenta de manera imparable los trastornos de ansiedad”.

“Pensar en el futuro es conveniente para encontrar solución a los problemas que nos acucian, y lo hacemos basándonos en lo que hemos aprendido en el pasado”, comenta José Antonio García Higueras. “Pero muchas veces dejamos los pensamientos sin llegar a ninguna conclusión y los retomamos y dejamos miles de veces, haciéndolos inútiles. Decimos entonces que estamos rumiando, como hacen los animales rumiantes”.

En todo caso, pensar mucho o poco no es malo, lo que hay que considerar es la función de los pensamientos, por ejemplo, cuando los usamos para evitar otros pensamientos u otros sentimientos que nos resulten desagradables. “Hay personas que no paran de hablar consigo mismas”, ejemplifica José Antonio García Higueras, “pueden estar haciéndolo para no pensar en cosas desagradables. Es decir, podemos utilizar determinados pensamientos para calmarnos y podemos caer en la verborrea social o privada para contrarrestar esos pensamientos”.

Otro momento en que podemos pecar de este exceso de pensamiento es durante la toma de decisiones. “Al estar pensando en solucionar el problema que nos hace sentir mal ya estamos haciendo algo para solucionarlo y, por tanto, nos va calmando. Pero, por otra parte, preocuparnos demasiado no nos hace llegar a mejores soluciones. Si el proceso de tomar decisiones se alarga, finalmente podemos tomar decisiones en el último momento y de forma impulsiva”.

Preocuparnos demasiado no nos hace llegar a mejores soluciones

Para combatir esta clase de pensamientos nocivos, José Antonio García Higueras recuerda cuatro leyes del pensamiento que debemos tener en cuenta para no caer en un comportamiento problemático:

1.- El mapa no es el territorio, solo andando por el territorio podemos comprobar si el mapa está o no equivocado. Debemos evitar reaccionar a un pensamiento como si fuera una realidad.

2.- Podemos pensar en lo que queramos. Todos tenemos esa experiencia. Por ejemplo, acordarnos de nuestros padres. Todos estamos pensando en ellos, aunque sea mínimamente.

3.- No podemos dejar de pensar voluntaria y conscientemente en lo que no queremos pensar.

4.- Los pensamientos no son neutros, generalmente incluyen una evaluación de lo que pensamos y generan una reacción corporal semejante a la que ocurriría en la situación que estamos recreando en nuestro pensamiento.

Es importante tener claro que no se trata de pensar menos, sino de pensar mejor, lograr que nuestros pensamientos dejen de ser obsesivos para ser productivos. “Algo así se consigue siendo más proactivos e identificando ese tipo de procesos mentales que no nos llevan a ningún lado y que alimentan el malestar”, subraya Valeria Sabater.

No se trata de pensar menos, sino de pensar mejor y apagar la voz interna que alimenta nuestros miedos

“Debemos detectar nuestras ideas irracionales, apagar esa voz interna obsesionada en criticarnos, en poner en duda cada cosa hecha y en alimentar de miedos nuestro futuro”, indica. Para tal fin, prácticas como la atención plena o el mindfulness pueden ser de gran ayuda. “No obstante, lo esencial es comprometernos con nosotros mismos, recordar que higiene y bienestar no es solo ducharnos, vestirnos y alimentarnos bien cada día. Lo que pensamos también es salud”.

El criterio fundamental para saber si estos razonamientos nos ayudan o por el contrario nos meten en líos es “considerar si nos alejan de la dirección en la que queremos ir en la vida o nos retrasa indefinidamente seguirla”, sentencia José Antonio García Higueras. “Entonces es cuando nos producirán problemas psicológicos”.

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