Las personas curiosas son poderosas

Las personas curiosas son poderosas

Las personas guiadas por la curiosidad se atreven a desafiar lo establecido. Aprenden observando y haciéndose preguntas. Tiene la sensación de tener en sus manos la poderosa capacidad de descubrir, modificar y crear, pisando espacios todavía no conquistados.
28 Octubre 2019

Las personas curiosas tienen un superpoder que las hace diferentes. Como bien decía Albert Einstein, no hace falta disponer de grandes talentos para destacar; es suficiente con ser apasionadamente curioso. Esa fuerza interior, dotada de una mirada siempre atenta, interesada en los pequeños detalles y focalizada en los grandes desafíos es lo que nos hace diferentes del resto.

Stephen Hawking definía la curiosidad como la voluntad de no darse nunca por vencido. Es poner la mirada en las estrellas y no en los pies, no en aquello que nos amarra al suelo y que configura lo ordinario, lo que ya se da por sentado. Thomas Hobbes, por su parte, describió esta competencia como la «lujuria de la mente» y Víctor Hugo, como una forma de valentía.

Podríamos dar múltiples explicaciones sobre lo que es la curiosidad. Sin embargo, hay una que contiene la auténtica esencia, y es aquella que nos recuerda que ser curioso es la base del aprendizaje y el avance del ser humano. Su efecto, su impulso primario en el niño es primordial para favorecer su desarrollo psicológico y su chispa cotidiana, el motor que nos permite mantener el entusiasmo por el conocimiento.

“El aburrimiento se cura con curiosidad. La curiosidad no se cura con nada”. -Dorothy Parker-

Las personas curiosas son diferentes

¿Qué tienen de particular las personas curiosas? Para empezar, una característica que las define es su facultad para plantearse interrogantes no formulados antes. Un ejemplo, las leyes del movimiento y el concepto de la gravedad fueron definidas por alguien que no solo tuvo un momento eureka cuando una manzana cayó sobre él. Isaac Newton era físico, astrónomo, filósofo, matemático, inventor y hasta alquimista. Su pasión por el conocimiento no tenía límites, lo que hacía que su curiosidad fuese difícil de saciar.

Otro curioso infatigable fue Charles Darwin. Una de sus costumbres más habituales era escribir miles de cartas a personas expertas de todo el mundo. ¿La razón? Para aprender, para que especialistas respondieran sus infinitas preguntas sobre plantas, pájaros, insectos, comportamientos en humanos, expresiones y emociones.

Estos dos ejemplos configuran lo que los científicos definen como «sed de conocimiento». Se trata de un tipo de motivación muy desarrollada en determinadas personas. Se define por los siguientes procesos.

Conocimiento y el descubrimiento: las mejores recompensas de los curiosos

Dentro de la psicología del aprendizaje, entendemos que la curiosidad es básicamente un tipo de motivación basada en la recompensa. La sensación de descubrir algo inesperado, de dar con la respuesta a una pregunta y la experiencia de resolver un enigma, un desafío o una duda largamente mantenida, es lo que mueve a la persona curiosa.

Esta misma conclusión es a la que llegaron en un estudio llevado a cabo en la Universidad de California y publicado en la revista Cell. El doctor Matthias Gruber y sus colegas demostraron que el cerebro de las personas con una elevada curiosidad, funciona de manera diferente. El sistema dopaminérgico presenta por ejemplo, una mayor intensidad y una conexión más elevada.

Esto nos demuestra que el cerebro de un niño o un adulto curioso experimenta una gran satisfacción por el propio aprendizaje que se deriva de un proceso de búsqueda apasionante, en el que aparecieron obstáculos, pero se sortearon. Los centros de recompensa y el hipocampo son dos áreas con una gran actividad en este tipo de perfiles.

Sin curiosidad, el ser humano pierde su impulso vital

Donald W. Winnicott, reconocido pediatra convertido más tarde en un notable psicoanalista, escribió sobre este tema en los años 50 y 60 del siglo pasado. Según él, cuando el ser humano pierde la curiosidad, se desvanece su impulso vital, su creatividad, su espontaneidad y en esencia, la felicidad.

Ahora bien, pero… ¿por qué sucede? Según Winnicot, y en su experiencia en aquellos años, hay personas que crean un falso yo. Personalidades frustradas, seres encadenados a la rutina de sus trabajos, de infinitos problemas sin resolver, de traumas sin tratar y en esencia, de una apatía que los aleja de ese yo luminoso y auténtico que se halla escondido.

Si una persona no está satisfecha con su propia vida, el potencial se opaca. La motivación se desvanece, al igual que el ánimo y por supuesto, la curiosidad.

Busca tu sabor, despierta de nuevo tu curiosidad

Todos somos creativos, todos escondemos un grandes recursos en nuestro interior. Sin embargo, nuestros trabajos, estudios e incluso el modo en que está diseñada nuestra sociedad debilita por completo el espíritu curioso. Porque las personas curiosas en ocasiones pueden ser peligrosas… al ser capaces de desafiar lo establecido, de retar lo convencional, lo que se da por sentado y que para muchos es mejor ‘no tocar’.

Sin embargo, el cuadro mejora cuando abrimos los sentidos y experimentamos. Hay que buscar nuestro sabor en la vida, aquello que despierta nuestro interés y nuestra pasión, nuestras ganas de ser niños nuevamente al disfrutar descubriendo y sintiéndonos entusiasmados una vez más.

Vivimos en un mundo donde cualquier duda o pregunta puede ser introducida en un buscador. Sin embargo, suelen tener un valor mayor las respuestas que se consiguen explorando la realidad. La curiosidad se incentiva investigando, viajando, conociendo nuevas personas, aplicando un pensamiento crítico y divergente y una mirada más despierta y ante todo, motivada.

Debemos mirar más las estrellas, como decía Stephen Hawking. Curar nuestro aburrimiento siendo curiosos, como señalaba la gran escritora Dorothy Parker.

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