Salvar la comida de la basura, el primer gran éxito de la Economía Circular

Salvar la comida de la basura, el primer gran éxito de la Economía Circular

La tecnología sale al rescate de tiendas y restaurantes a través de aplicaciones que les permiten encontrar un comprador para todo lo que no han vendido
22 Abril 2019

"Comienzo a hacer el pan a las cinco de la mañana. Nunca pensé que hay usuarios despiertos a esa hora ", explica Lola, una panadera del Eixample. Quien comparte con ella la madrugada es una de los miles de personas que ya han tomado como hábito una práctica hasta hace poco inusual: comprar a través de una aplicación de móvil las sobras que una tienda o restaurante acumulará al final de la jornada. Así se evita tirar la comida a la basura y, encima, se saca una recompensa económica. Cada día el establecimiento de Lola reparte al menos dos bolsas llenas de croissants, empanadas y barras de pan. Cada paquete vale tres euros y sus clientes pueden reservar a través del móvil desde la noche anterior. O también se puede hacer a las cinco de la mañana, como lo hace un cliente de Lola cada día.

En los últimos años la tecnología ha salido al rescate de un problema tanto social como económico: el desperdicio alimentario. ¿Puede ser rentable dar una última salida a los alimentos que, si no, acabarían en el vertedero? Esto es lo que intentan desde hace unos meses en Barcelona plataformas tecnológicas como Too Good To Go y We Save Eat, uno de los primeros éxitos de la economía circular en la batalla para convencer a los negocios que cuidar el planeta también es rentable. Estas aplicaciones permiten comprar alimentos frescos de todo tipo, sushi incluido, antes de que los locales se deshagan, y cada vez más gente -especialmente jóvenes- lo ven como una opción perfectamente válida para comprar la cena u otras adquisiciones regulares.

Aunque el sur de Europa es la parte del continente más aferrada al culto a la gastronomía, para entender el surgimiento de este fenómeno hay que mirar al norte. Allí es donde nació la danesa Too Good To Go, que aterrizó en España en septiembre pasado. La idea nació de cuatro jóvenes europeos que quedaron horrorizados después de ver la cantidad de comida que acababa en la basura en el bufetlliure donde cenaban. "Como consumidores nos hemos vuelto muy exigentes; pedimos establecimientos más sostenibles, pero también queremos un precio bajo ", explica Oriol Reüll, el responsable de la empresa en España. Para la apli, el remedio de este dilema es combinar los precios de saldo a cambio de poder acceder a comida de restaurante en buen estado y con la tranquilidad de conciencia de salvar del contenedor productos perfectamente comestibles.

En pocos meses, Too Good To Go ha superado los 200.000 usuarios en el Estado y ya tiene más de 700 establecimientos inscritos, de los cuales cerca de 200 están en Cataluña. Los datos para toda Europa no dejan indiferente: ocho millones de usuarios repartidos en diez países, más de 17.000 locales y 12 millones de packs rescatados de la basura. "Nos posicionamos como un complemento a la donación de alimentos, que no se puede hacer de manera diaria", apunta el responsable para España.

"Sólo tenemos un competidor: la basura", dice Reüll. La realidad, sin embargo, es que este concepto ha calado tanto en algunos países que hay ciudades en que conviven hasta cuatro aplicaciones para "rescatar" alimentos. Aparte de la eclosión del fenómeno en los países escandinavos, los londinenses ya pueden elegir entre nombres como Too Good To Go, Karma, Olio y YumNow cuando optan por recoger en restaurantes y comercios los alimentos que no se han vendido durante el día.

Por ahora en Barcelona sólo existe otra opción aparte de Too Good To Go: la catalana Eva Jorge es la impulsora de We Save Eat, un proyecto que reproduce el modelo danés. "Cada vez tenemos más gente que compra, pero nos hacen falta más locales", lamenta. En su caso, ha llegado a acuerdos con cadenas como Starbucks y Buenas Migas , una manera de multiplicar la red de establecimientos donde los usuarios pueden ir a comprar los paquetes de restos. La aplicación ya acumula 50.000 descargas en España -está disponible en Madrid y Barcelona- y espera triplicar el número de comercios hasta un millar este año.

Detrás de este movimiento hay un tabú compartido por la mayoría de grandes empresas de producción y distribución alimentaria. "Hay un principio moral: tirar comida cuando hay gente que pasa hambre está mal visto y los negocios son los primeros interesados en que esta información no salga a la luz ", afirma David Murillo, profesor del departamento de ciencias sociales de Esade y experto en ética empresarial.

La reacción de algunas corporaciones va desde negar que contribuyen al despilfarro alimentario -mientras cada noche tiran cajas llenas de comer- hasta convertir los alimentos que les sobran en pienso para los animales, según explica una fuente del sector. De hecho, en el caso de los establecimientos de comida para llevar existe una política que hace prácticamente imposible que al final del día no haya bocadillos o pastas abandonados en el mostrador. Es lo que se conoce como "vitrina llena", es decir, los empleados de los establecimientos están obligados a reponer continuamente los productos que compran los clientes para evitar que los clientes se encuentren el escaparate vacío, lo que le resta atractivo. " Hay un local que cada día tira alrededor de 40 donuts porque quieren tener el expositor lleno o medio lleno hasta el final del día", Explica una fuente del sector.

Sin embargo, no todas las alternativas empresariales al vertedero pasan por internet. La fundación espigadora nació cuando apenas había terminado la última recesión económica, en 2014. "Éramos tres socios y decidimos crear una fundación sin ánimo de lucro para testear una idea", explica su cofundadora, Mireia Barba. El verbo espigar significa cosechar los frutos que han quedado en el campo después de la cosecha. Hace siglos esta práctica era habitual en los campos, pero la entidad de Barba lo ha actualizado como modelo para fomentar el reaprovechamiento. Con este sistema, el año pasado recuperaron 191.095 kilos de alimentos, lo que equivale a 605.133 raciones de 300 gramos o -lo más importante para el sector económico un valor total de 144.420 euros. Por ahora cuentan con 95 productores que les abren sus campos, y las frutas y verduras rescatadas se distribuyen a través de 51 entidades.

Además, espigadora puso en marcha el año pasado su propio obrador, donde convierte parte de estos alimentos en mermeladas, salsas y patés vegetales que luego venden a hoteles y tiendas. "Hemos creado un laboratorio de despilfarro alimentario”, asegura la cofundadora de espigadora. Ahora prevén que el obrador sea sostenible este 2019 y quieren estrenar nuevas líneas de producto. Estas instalaciones emplean a siete personas en riesgo de exclusión social, y al proyecto trabajan un total de dieciocho empleados.

A pesar de la efervescencia del fenómeno -como cualquier negocio nuevo-, a las empresas que luchan contra el desperdicio alimentario todavía les hace falta demostrar que pueden ser rentables. "Creo que puede ser un modelo sostenible, nosotros cobramos una pequeña comisión por cada paquete que venden los establecimientos, pero es cierto que ahora mismo esto no es el foco", explica Oriol Reüll, el responsable de Too Good To Go. Eva Jorge, de We Save Eat, insiste en que cada día hay entre un 2% y un 8% de la producción de muchos negocios que se acaba tirando. Aun así, admite que todavía le cuesta convencer a los comercios de las ventajas de revender los excedentes. "Te dicen que no les sobra nada o poco", lamenta.

En este sentido, ambos son conscientes de que el cambio también pasa por los supermercados. We Save Eat ha incluido en la plataforma algunos establecimientos de la cadena Almendro Origen, y en Francia Too Good To Go ya cuenta con Carrefour entre las cadenas afiliadas. En el caso francés, sin embargo, la normativa juega a favor. En 2016 Francia se convirtió en el primer país del mundo en aprobar una ley para prohibir que los supermercados tiren o destruyan la comida que no han conseguido vender. De esta manera, los ha obligado a darlo a bancos de alimentos oa optar por soluciones tecnológicas como Too Good To Go.

Por su parte, la Unión Europea se ha propuesto reducir a la mitad el desperdicio alimentario de aquí al 2030. España es el séptimo país europeo donde más comida se desperdicia, con cerca de 8 millones de toneladas de alimentos cada año. "Es la ineficiencia de mercado más grande que tenemos y hay incentivos por todos lados para corregirla", reivindica el profesor de Esade David Murillo.

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