El profesor del MIT que sabe qué pasará con tu trabajo (y cuáles van a desaparecer)
El profesor del MIT que sabe qué pasará con tu trabajo (y cuáles van a desaparecer)
Si uno conoció durante el instituto a uno de esos profesores a los que se recuerda con cariño por su mezcla de sabiduría y cercanía, esa clase de hombres un poco pardillos en apariencia, pero en realidad bastante despiertos con un puntito del actor Iñaki Miramón, quizá ya conozca a David Autor, profesor de economía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y uno de los grandes expertos sobre el futuro del trabajo.
Esta misma semana, 'The Economist' le dedicaba un elogioso perfil en el que le consideraban nada menos que "la voz académica de los trabajadores americanos". Sus investigaciones se han movido dentro del proceloso triángulo de las Bermudas formado por los efectos de la competencia extranjera en la fuerza trabajadora (en concreto, entre China y EEUU), cómo la automatización del trabajo influirá en el mercado laboral y, como anillo para unirlos a todos ellos, el peligro que representa la creciente polarización del trabajo.
El problema no es que no se esté creando empleo, sino que el que está apareciendo es de mala calidad
Para entender qué cuenta Autor uno puede decantarse por el entrante —una charla TED de casi 20 minutos— o por el menú completo con postre y copa: su último estudio ('Trabajo del pasado, trabajo del futuro', que se publicará en mayo), en el que intenta adivinar con su modestia habitual qué le espera al mercado laboral. El principal problema es la desaparición de una clase media laboral con sueldos medios y formación media que durante mucho tiempo dio empleo a la mayoría de la población urbana. No es que no se esté creando empleo (en EEUU surgieron 14 millones de puestos durante la crisis), es que el que se está creando no es bueno.
"Por un lado, un conjunto de profesionales altamente formados y muy bien pagados que realizarán un trabajo interesante", explicaba durante su discurso en Cambridge, donde se encuentra la sede del MIT. "Por otro, un gran número de ciudadanos en trabajos de baja remuneración cuya principal responsabilidad es velar por la comodidad y salud de los ricos". Hacia ese panorama apunta la evolución del mercado, y como el propio Autor reconoce, "no es desde luego mi visión del progreso”. Como cabe esperar, el profesor no es apocalíptico. Por feo que sea el panorama que pinta, le gusta recordar que nos hemos enfrentado a retos semejantes y hemos vencido.
No es la automatización, es la polarización
Nunca ha habido un mercado laboral en el que la fuerza de trabajo dispusiese de tantas habilidades y formación. Sin embargo, recuerda Autor, lo que está ocurriendo al mismo tiempo es que los trabajadores urbanos sin cualificación universitaria están haciendo menos trabajo cualificado que nunca. En otras palabras, la puerta de la posibilidad de ascenso social parece haberse cerrado para ellos, a causa de dos fenómenos principales: la automatización y el comercio internacional, que han provocado que esos puestos dejen de estar disponibles para los no universitarios.
¿Qué está pasando con ese sector de la población? Que está percibiendo sueldos más bajos (obviamente) y que ha pasado de ocupar puestos de más o menos relevancia a otros que tan solo requieren habilidades muy básicas. Como consecuencia, para ellos es menos atractivo mudarse a una gran ciudad, algo que está ocurriendo en grandes capitales como Londres o Madrid, de donde cada vez más trabajadores emigran. "Los cambios en la naturaleza del trabajo —muchos de los cuales son en su origen tecnológicos— han sido más disruptivos y menos beneficiosos para los no universitarios que para los universitarios", concluye, constatando la obviedad.
Es su principal línea de pensamiento. En su charla TED, Autor explicaba que el mercado laboral en gran parte de los países desarrollados tiene la forma de unas pesas, muy estrecho en el centro y terriblemente pesado en los extremos. "Alta formación y empleos con sueldos altos para médicos y enfermeras, programadores e ingenieros, marketing y ventas, donde el crecimiento del empleo es robusto", explicaba. "También en muchos empleos de baja cualificación, como hostelería, limpieza, seguridad, cuidados u hogar". El problema se encuentra entre medias: "Los trabajos administrativos de cuello blanco o productivos de azul, de formación media y sueldos medios, muchos de los cuales utilizan procedimientos que se pueden convertir en software".
Los empleos que más crecen son los "fronterizos", relacionados con las nuevas tecnologías y ocupados por trabajadores universitarios
Durante décadas, esta clase de empleos fueron la base de la economía, y los que dieron empleo a la mayor parte de la población urbana. La gran pregunta es si pronto veremos otras fuerzas que equilibren la situación, y Autor utiliza el trabajo de Daron Acemoglu (el de 'Por qué fracasan los países') y Pascual Restrepo para afirmar que tal vez sí: la automatización provoca que las empresas tengan un incentivo para desarrollar nuevas tareas que restablezcan el valor añadido del trabajador.
No es nada nuevo, como ya había explicado el profesor del MIT. Ocurrió con la paradoja de los cajeros automáticos, cuya aparición no solo no eliminó el número total de cajeros humanos en los bancos, sino que lo doblaron. ¿Por qué? Porque la automatización de parte de sus labores (entregar dinero) había permitido abaratar costes y que los trabajadores se dedicasen a nuevas vías de negocio (como su faceta comercial o la atención a nuevos productos como las tarjetas de crédito), lo que había incentivado la apertura de nuevas sucursales en todo el país.
Algo semejante puede ocurrir con los empleos que lista el profesor, que denomina "fronterizos". Se trata de aquellos relacionados con la nueva tecnología (producción, instalación o mantenimiento), que están creciendo enormemente pero son ocupados en casi su totalidad por trabajadores con formación universitaria. Junto a ellos, detecta un aumento del "trabajo para los ricos", donde se encuentran los profesores de yoga, los sommeliers, veterinarios, entrenamiento y terapia. Por último, aún sobreviven los trabajos de "última milla", en sectores ampliamente tecnologizados donde se necesita un trabajador humano en su último eslabón, como los teleoperadores o trabajadores de almacenes.
Por qué los robots no te quitan el trabajo
Autor es, a pesar de todo, un optimista que exhibe orgulloso un pendiente con forma del lagarto 'gecko' en su oreja izquierda. Aunque no infravalora los retos ante los que nos encontramos ("es estúpido decir que no hay nada por lo que no preocuparse") también recuerda que las predicciones apocalípticas son arrogantes. Sobre todo, porque si algo nos ha demostrado la historia es que, cada vez que se ha hablado de la desaparición de empleos a causa de la tecnología, ha ocurrido lo opuesto. ¿Por qué aún seguimos trabajando si hay cada vez más máquinas que permiten automatizar nuestro abajo?
No es que la tecnología no nos haya dado más tiempo libre, es que dedicamos ese tiempo a consumir los nuevos productos y servicios
Podría parecer que Autor se adhiere a la teoría de los "trabajos de mierda" de David Graeber sobre esos empleos inútiles que siguen existiendo para calmar la rebelión social, pero no van por ahí los tiros. El profesor lo ilustra a través dela junta tórica (O-ring) y el "nunca tenemos suficiente". La junta tórica era esa pequeña pieza que causó la tragedia del Challenger en 1986, y que nos recuerda que si un eslabón de la cadena se rompe, todo puede irse al garete. Es decir, en un sistema altamente tecnológico, cualquier parte, por pequeña que sea, eleva su valor. ¿Qué implicaciones tiene esto para el trabajador? Que todos somos juntas: si estamos cuidando a enfermos, dando clase o construyendo un edificio, a medida que el resto de tecnología mejora, también aumenta la importancia del trabajador.
En cuanto al "nunca tenemos suficiente" ('never get enough'), es la vieja explicación de por qué es necesario estimular el consumo para que una sociedad no se quede estancada. No es cierto que no se haya cumplido la profecía de Keynes de que trabajaríamos menos horas al día, sino que ese tiempo libre que la tecnología nos ha proporcionado lo hemos dedicado a consumir los nuevos productos y servicios que la propia tecnología ha permitido que surjan. "La mayoría de gente podría tener la calidad de vida media de 1915 con tan solo trabajar 17 semanas al año", recuerda Autor en su intervención. "Pero la mayoría está dispuesta a trabajar duro para cosechar la recompensa tecnológica que se les ofrece". ¿Pokemon Go? Puede sonar frívolo, pero es una de las razones por las que seguimos trabajando cinco días a la semana, explica Autor.
¿La solución? Educación, educación, educación. Autor recuerda que, a principios del pasado siglo, la desaparición del empleo en el campo forzó el conocido como "movimiento de la educación secundaria", que provocó que muchos de los jóvenes que habrían abandonado el colegio para trabajar con sus padres tuviesen que formarse aún más, lo que elevó sensiblemente tanto el nivel cultural global como las habilidades en el mercado laboral. Hoy, puede ocurrir algo semejante. Como el propio Autor explicaba, "las mejores medidas políticas que tenemos son las que invierten en nuestros ciudadanos".