La inteligencia emocional no es tan guay como te la han vendido
La inteligencia emocional no es tan guay como te la han vendido
La inteligencia emocional es lo más. Nos lo repiten como un mantra los psicólogos, las investigaciones científicas que salen cada día, los libros de autoayuda y los estados intensitos de Facebook de todos tus contactos. Ser capaz de entender y gestionar tus emociones y sentir empatía hacia los demás es muy beneficioso para casi todo, pero este superpoder también tiene su lado oscuro y hay ámbitos, como el trabajo, donde no siempre más es mejor. A los empleados que tienen una inteligencia emocional muy desarrollada les cuesta ser jefes en altos cargos, arriesgarse, ser inconformistas y dar y recibir feedback negativo, según la opinión de distintos expertos.
Esta situación tiene consecuencias reales y directas en los empleados, al final lo que eres se refleja en tu trabajo. Y puede perjudicarte. Óscar Delgado es un ingeniero informático de 32 años, rechazó un ascenso que le costó su empleo porque no se sentía cómodo siendo jefe. Hasta ese momento había demostrado ser una persona fácil. Era amable y comprensivo, flexible, entusiasta, muy bueno currando en equipo y conseguía mantener el equilibrio cuando sus compañeros entraban en pánico. Fueron precisamente todos estos puntos fuertes los que hicieron que la empresa pensase en él para promocionarlo a un puesto de mando. Pero cuando estrenó su nuevo sillón sintió que las circunstancias le sobrepasaban. "Me costaba resolver las cosas. Pensaba que cualquier decisión que tomase tendría grandes consecuencias y me sentía mal", explica Delgado. "Durante un tiempo estuve bien, pero pronto empecé a estar preocupado por todo, a todas horas".
Este es un escenario habitual entre las personas que tienen inteligencia emocional alta. Los expertos entienden que al tener tan en cuenta las emociones de los demás, les cuesta tomar decisiones impopulares que puedan generar descontento o confrontaciones. Y, dependiendo de la empresa, habitualmente tienen que centrarse más en los resultados que en las relaciones con los empleados. Según explica el profesor de psicología Tomás Chamorro en varios de sus artículos de Harvard Business Review, ligado a esto está lo difícil que les resulta dar y recibir feedback negativo: les cuesta un mundo hacer comentarios negativos de los demás, incluso cuando se trata de una crítica laboral. "Son menos atrevidos a la hora de tomar decisiones", explica Chamorro. La inteligencia emocional se asocia con niveles más altos de conciencia, por eso resisten más sus impulsos y son muy medidos: prefieren ir sobre seguro. "Tienen más autocontrol, pero en niveles extremos esto puede traducirse en un perfeccionismo contraproducente", según Chamorro.
Hasta aquí, casi todos los estudios y expertos están de acuerdo, pero hay una capacidad que genera discordia. La influencia de la inteligencia emocional en la creatividad y la innovación tiene teorías encontradas. Un metaanalisis realizado por el psicólogo Gregory J. Feist muestra que las personas que controlan y gestionan sus emociones no son tan inconformistas como para desafiar al statu quo y reemplazarlo por algo nuevo: les cuesta atreverse a innovar (prefieren ser prudentes, no arriesgarse a incomodar a alguien). Sin embargo, José Zurita, psicoterapeuta experto en el trabajo con emociones, disiente: "Es cierto que las personas con alta IE no tienen niveles de inconformidad muy altos, aunque eso no quiere decir que no sean capaces de transgredir límites. A cambio, son más abiertas, más flexibles y tienen en cuenta aspectos como la interacción, que hace que se enriquezcan mucho".
¿Cuánta empatía siente un genio?
Está claro que se puede tener inteligencia emocional y ser creativo. Pero los grandes genios, las personas rompedoras que han atrevido a reinventar la forma tradicional de hacer las cosas, no se caracterizan precisamente por tener unos altos niveles de empatía. Hablamos de Einstein, Da Vinci... "Son personas abiertas a nuevas experiencias pero menos convencionales, más ambiciosos, dominantes, hostiles e impulsivos", explica Tomás Chamorro. Las características comunes más destacadas de los genios parecen contrarias a la inteligencia emocional.
A pesar de los contrapuntos que pueda tener, lo más sano es cultivar este superpoder como una cualidad básica. En comparación, las ganancias son infinitas y según José Zurita, "aún vivimos en una sociedad en la que está muy prohibida la emoción. La gente todavía piensa que mostrar sus sentimientos les hace vulnerables". Él lo tiene claro: "Lo que nos permite vivir en lugar de sobrevivir son precisamente las emociones".
Manipular es más fácil si sabes lo que siente el de enfrente
Tener cerca a personas con empatía siempre resulta agradable. ¿Quién no querría un compañero de trabajo como Delgado? Pero a veces alguien así puede pasarse al lado oscuro y utilizar su capacidad en beneficio propio. Cuando eres capaz de identificar y gestionar tus emociones, te resulta más fácil hacerlo también con la persona que tienes delante. Y si sabes cómo se está sintiendo, puedes influir en lo que piensa o decir o hacer algo que cambie su emoción.
El psicólogo Stéphane Côté, profesor de la escuela de negocios Rotman, ha estudiado en distintas investigaciones cómo los empleados utilizan su inteligencia emocional para manipular a los demás. Y advierte de que se puede volver en su contra. De hecho, cuando las personas leen muy bien a otra gente pueden descubrir cosas que habrían preferido no saber. Por ejemplo, pueden detectar con más facilidad cuándo los demás están enfadados con ellos y sentirse mal antes de tiempo. Ya se sabe: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.