Inteligencia Emocional, la habilidad para el siglo XXI

Inteligencia Emocional, la habilidad para el siglo XXI

Mediación entre emociones y razón redundaría en mejores personas, según el Foro Económico Mundial.
29 Julio 2018

No son exactamente más conocimientos o manejo de herramientas lo que las empresas esperan que tengan sus actuales o futuros empleados, como muchos podrían pensar. Es decir, la diferencia entre las habilidades que se aprenden y las que las personas necesitan se está acentuando cada vez más. O por lo menos así lo asegura un informe del Foro Económico Mundial. Lo que las empresas están buscando en los empleados –entre otras cosas– son las denominadas habilidades del siglo XXI, o para la vida, o las mal llamadas habilidades blandas.

Según el informe ‘Nueva visión para la educación: Fomentar el aprendizaje social y emocional a través de la tecnología’, los postulantes a empleos deben tener virtudes que combinen el aprendizaje social y el emocional con los conocimientos básicos o académicos. Transversal al aprendizaje social y el emocional está la inteligencia emocional.

De una u otra forma, en cuanto a habilidades en los empleados, para los empleadores ellos requieren, en orden de importancia: aplicar valores y ética profesional en el desempeño laboral (98,3 por ciento), asumir una cultura de convivencia (98,2), trabajar en equipo para alcanzar metas comunes (97,9) y comunicarse oralmente con claridad (97,7), de acuerdo con una encuesta del Observatorio Laboral del Ministerio de Educación de Colombia.

Algunos empleadores ya reconocen los beneficios de las habilidades emocionales en el lugar de trabajo. Por ejemplo, Google, después de examinar encuestas a empleados y revisiones de desempeño, encontró que sus gerentes más efectivos fueron buenos capacitadores, tomaron un interés activo en la vida de sus empleados y fueron hábiles al escuchar y compartir información. Por ejemplo, cuando se trataba de comunicar actualizaciones de la compañía, los gerentes más efectivos fueron más allá de retransmitir información para explicar qué significaba esa información para sus equipos.

Ahí juega la inteligencia emocional. Pero ¿qué es? Se trata de una de las inteligencias múltiples que formuló en 1999 el estadounidense Howard Gardner, psicólogo y pedagogo de la Universidad de Harvard: aquella que se nutre de dos inteligencias: la interpersonal y la intrapersonal.

“La primera está referida a aquellas personas que entienden los sentimientos del otro, que generan empatía y son capaces de ponerse en los zapatos del otro; son líderes y tienen gran facilidad para relacionarse”, explica Sandra Patricia Varela, investigadora y profesora de la facultad de Educación de la Universidad de La Sabana.

Y la segunda, añade la experta, está relacionada con la capacidad de una persona de conocerse a sí mismo y autorregular sus reacciones, emociones y vida interior”. Es precisamente esta inteligencia la que buscan que tengan los trabajadores hoy, principalmente los millennials, que según encuestas son los que más carecen de la capacidad de controlar sus emociones.

Jennifer Klein, rectora del Gimnasio Los Caobos y autora del libro Guía de la Educación Global, cuenta que ha trabajado en su trayectoria con personas que carecen de inteligencia emocional y que ha sido una labor muy difícil: “Dicen cosas que ofenden a otros sin darse cuenta que lo están haciendo”.

“No se ponen en los zapatos de los demás. No tienen empatía –explica–. Además, en los momentos difíciles reaccionan de forma emocional y poco racional. He trabajado con maestros que se enojan con padres o con los niños y no actúan de la mejor forma, se dejan llevar por sus emociones”.

La pedagoga Sandra Patricia Varela asegura que todos tenemos las capacidades para desarrollar las mismas inteligencias, quizás unas con mayor facilidad. Pero aclara que no se desarrollan porque no se dan las posibilidades para que estos aprendizajes ocurran.

“Hay que buscar situaciones y exponerse a ellas para el desarrollo de una u otra inteligencia. Solo de esta manera es posible descubrir qué talentos tiene y cuáles debe potenciar más”, explica la experta.

Más allá del beneficio para los empleadores, o del perjuicio, según el Foro Económico Mundial, los estudios han demostrado que las habilidades sociales y emocionales pagan dividendos en el rendimiento académico y otras medidas de bienestar. En el 2011, un metanálisis de 213 estudios –que involucró a más de 270,000 estudiantes de colegio– descubrió que la inteligencia podría proveer gran cantidad de beneficios sociales y emocionales para los estudiantes.

Los alumnos que recibieron instrucción en inteligencia emocional obtuvieron puntajes de logros de 11 puntos porcentuales más altos que los que no la tuvieron. La adquisición de habilidades sociales y emocionales contribuyó a un mejor rendimiento académico y mejores actitudes y comportamientos. También redujo la angustia emocional, dice el estudio.

Alexánder Rubio, profesor de la Institución Educativa Rodrigo Lara Bonilla (en la localidad de Ciudad Bolívar de Bogotá), donde ha trabajado procesos pedagógicos para mejorar la convivencia, explica que la inteligencia emocional permite generar ciertas acciones que son indispensables para la vida: el desarrollo de los procesos socioemocionales, la integración con la comunidad, con el ambiente y consigo mismo, el autocontrol, el autodominio, las respuestas asertivas, la capacidad de resolver situaciones de conflicto que se presentan en la cotidianidad. 

“Cuando se habla de inteligencia emocional está implícita la alteridad, la otredad, la empatía, el reconocimiento del otro, y a esto se le está apuntando en los países del primer mundo”, explica el docente. 

La pedagoga Jennifer Klein reafirma la postura de Rubio. Dice que los colegios tienen un rol central en la formación en inteligencia emocional, pero también los padres: “El colegio es a veces en donde uno empieza sus primeras amistades, sus primeras peleas; es un ambiente en donde muchas veces los estudiantes experimentan con el bullying (matoneo) o el maltrato por otros estudiantes que se están buscando a sí mismos en un ambiente social más que nada, y sus identidades se están formando en este ámbito”.

Rubio concluye diciendo: “No hay tutoriales para formar seres humanos porque nos formamos desde la base emotiva, desde la sensibilización, desde el cuerpo, desde la educación física, desde el arte, porque este tipo de área nos permite relacionarnos y llevar esas acciones de la inteligencia socioemocional a la práctica constante”.

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