Robots personales: ¿los acompañantes del futuro?
Robots personales: ¿los acompañantes del futuro?
Takanori Shibata, (Toyama, Japón, 1967) lleva toda su carrera profesional dedicado a la creación y desarrollo de Paro, un robot terapéutico con forma de foca recientemente comercializado en España. Utilizado en hospitales, residencias y centros de día, Paro es la culminación de las investigaciones de Shibata sobre interacción entre robots y humanos, que le han llevado hasta el AIST, el MIT o el gobierno japonés. Paro, que tiene un coste próximo a los 6.000 dólares, es utilizado en Reino Unido para tratar a personas con demencia. Fue, además, una de las herramientas empleadas en Japón tras el tsunami de 2011 para dar asistencia a personas mayores.
“Dentro de la vida cotidiana, los robots personales no son tan útiles como los industriales, pero suponen una presencia muy apreciada por el hombre”, dice Shibata, que visitó nuestro país durante el pasado Salón del Manga de Barcelona. Paro nace de un creciente interés a principios de los 90 por la terapia con animales. Shibata estudió la diferencia de comportamiento entre hombres y animales y su inclusión en ambientes como hospitales, residencias, escuelas o prisiones. “La terapia con animales, sin embargo, conducía a una serie de problemas: alergias, comportamientos agresivos, transmisión de enfermedades, control de higiene”, comenta. Surge, entonces, la idea de crear un robot con forma de animal capaz de paliar esos problemas y, al mismo tiempo, ser percibido como un animal por sus usuarios.
“Durante la etapa de evaluación del robot, creamos tres opciones: perro, gato y este bebé foca”, explica Shibata, que relata cómo el perro y el gato, siendo los animales más populares, conseguían una evaluación positiva al inicio que luego iba descendiendo. “Las personas tienen muchas expectativas hacia el gato y el perro; la reacción es diferente de lo que esperaban: comparan con perros y gatos reales y la evaluación es mucho más estricta”. No ocurría lo mismo con la foca. “Al principio la evaluación no era tan alta. Pero al entrar en contacto con ella subía, porque no se puede comparar con el animal real”, apunta.
La ingeniería tras Paro también tiene en cuenta la esperanza de vida de una mascota. “La vida media de un perro hoy ronda los quince años. Si quieres introducir a Paro en una familia, hay que partir de la premisa de que convivirán con él durante un tiempo similar”, dice Shibata, refiriéndose a la durabilidad de la tecnología actual. “En la vida cotidiana, no hay muchos electrodomésticos que aguanten tanto. Excepto el coche, que es un caso excepcional capaz de llegar a los veinte o treinta años”. Por esa razón, revela Shibata, las piezas de Paroprovienen de fábricas de coches.
“Cuando un robot es utilizado en una fábrica, aunque emita un ruido fuerte, nadie se queja. Sin embargo, si estás en el salón de tu casa o en el dormitorio, el robot tiene que funcionar sin emitir demasiado ruido. Que al tocarlo la textura sea agradable, que sea mono, cosas así. Hay que buscar el confort del hombre”, explica Shibata. Para el japonés, se trata de la diferencia entre la evaluación objetiva y subjetiva del hombre. En una fábrica, lo importante es la rapidez, la precisión y el bajo precio del robot. Esto es objetivo. En cambio, para introducir a Paro u otros robots en nuestro entorno, “hay que pensar cómo es percibido por el hombre, cómo actúa el juicio subjetivo”. Shibata expone el ejemplo del arte y cómo la percepción sobre un cuadro puede cambiar de forma drástica al ver el nombre de su autor. Con Paro, se trata de “una combinación entre arte y tecnología, y en este caso el arte juega un papel más importante”.
Terapia y cuidados: el futuro de los robots personales
Para Shibata, la principal función de robots como Paro es la de servir de enlace para unir a personas. Pacientes con alzhéimer, demencia senil o incapacidades para expresarse, con dolores, ansiedad. “Al tomar contacto con Parose sienten más tranquilos y calmados, al mismo tiempo que ayuda a entender a cuidadores y fisioterapeutas qué es lo que siente el paciente”, dice Shibata. No se trata de sustituir a esos cuidadores, sino de fomentar la terapia no farmacológica. “Reducir la cantidad de psicotrópicos y permitir al paciente dominar el dolor y la ansiedad. El medicamento es muy eficaz, pero también produce efectos secundarios, así que si se puede evitar, mejor”.
La realidad es que, poco a poco, los robots se van sumando a nuestro mundo sin que seamos conscientes de ello. Uno de los motivos más habituales, comenta Shibata, es el envejecimiento de la población. “Hay jóvenes que trabajan ayudando a personas mayores, pero son trabajos muy laboriosos. El aumento de población de personas mayores no va a la par con el número de personas que trabajan para ellos, y llegará un momento en el que faltará gente de cuidados, como ya sucede en Japón. Los robots serán determinantes para responder a esta situación”.
Melanie Birks es investigadora y profesora en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad James Cook, en Australia. En 2016 condujo una investigación sobre Paro en un centro de mayores. “Hicimos la investigación a petición del centro. Personalmente, no veía qué valor podía aportar este juguete. Me sorprendieron mucho tanto los resultados del estudio como las reacciones de los residentes”. Birks opina que los robots, a nivel general, “tendrán un papel en el ámbito de los cuidados de la salud”. “Sin embargo, no estoy segura de que sean capaces de prosperar en la atención a la tercera edad. La atención a largo plazo no es un área de alta prioridad para los gobiernos y la financiación siempre es un problema, al menos en Australia”, puntualiza.
¿Pueden, entonces, introducirse robots como Paro en nuestra sociedad, a pesar de su alto precio? “Dependerá del valor percibido”, responde Birks. “Si un robot puede reducir el coste asociado a la dotación de personal sanitario, que es siempre el aspecto más caro de la atención médica, existe la posibilidad de que se elimine el factor humano”. “Esto es muy preocupante, ya que el elemento más importante en cualquier actividad de salud es la relación terapéutica”, alerta.
Sobre Paro, Birks cree que se trata de una herramienta que, “en el contexto adecuado, utilizado por personal sanitario capacitado, ciertamente tiene un valor”. En cualquier caso, el suyo se trata de un estudio “único y aislado” y no se ve capaz de sacar conclusiones más allá de eso. La relación entre el uso de Paro y la reducción del uso de psicotrópicos “podría extraerse de este y otros estudios. Sin embargo, haría falta un ensayo clínico (ECA) a gran escala para hablar de datos fiables”, concluye.
¿Qué nos deparará el futuro? Según Shibata, no está claro hasta qué punto se extenderá el uso de robots. “Hay campos en los que la acción de las máquinas afecta muchísimo mientras que en otros aún hace falta el factor humano, porque se trata de cosas que solo puede hacer el hombre”. El futuro, en cualquier caso, es incierto. “Antes se tardaba entre diez y veinte años en evolucionar y experimentar esa evolución, pero hoy en día, en un plazo de un año o incluso medio, todo cambia. La velocidad de las cosas se está reduciendo cada vez más, y el hombre es incapaz de seguir un ritmo tan acelerado”, afirma el japonés.