Un nuevo estudio científico relaciona cabecear el balón con la pérdida de memoria

Un nuevo estudio científico relaciona cabecear el balón con la pérdida de memoria

¿Una nueva enfermedad profesional?
24 Noviembre 2016

La relación entre la práctica de cabecear el balón, algo habitual entre quienes juegan al fútbol, deporte en el que hay verdaderos especialistas, tanto en despejar como en rematar con la testa, con un aumento del riesgo de lesiones neurodegenerativas está siendo estudiada con más interés que nunca y con  medios técnicos innovadores en los últimos años. Aunque ya se conoce una forma de demencia a la que se ha llamado encefalopatía traumática crónica, que se produce entre practicantes profesionales de deportes en los que la concusión (traumatismo craneoencefálico leve) por impacto directo en la cabeza es  habitual (como puede ser el rugby americano), en la comunidad científica quiere conocerse si el impacto, no entre cabezas que a veces ocurre, de la testa con el balón en remates y despejes que ocurren a lo largo de un partido de fútbol puede también generar esta enfermedad.

Esta preocupación y una serie de pleitos en la litigante sociedad estadounidense justificó la decisión de la federación de fútbol de Estados Unidos de prohibir a los niños de menos de 10 años jugar y entrenar de cabeza, limitando además el número de testarazos a los jugadores de entre 11 y 13 años. En los niños, el cerebro no está desarrollado completamente y tampoco son suficientemente fuertes los músculos de la nuca, por lo que cuando el remate no es limpio, el cerebro sufre una sacudida mayor en el interior del cráneo.

El pasado mes de mayo, también la federación  inglesa de fútbol anunció que se iba a estudiar en profundidad los posibles lazos entre el juego de cabeza y lesiones cerebrales. En Inglaterra, la familia de Jeff Astle, un jugador muy capacitado para el juego aéreo, que murió en 2002 con 59 años, reclamó y consiguió que su muerte fuera considerada causada por enfermedad profesional. Si bien es cierto que en esa época, como pueden atestiguar quienes hayan practicado el fútbol, los balones eran mucho más pesados y duros, especialmente cuando cogían agua y barro, que los actuales, que parecen de plástico.

Un nuevo estudio de neurocientíficos de la universidad escocesa de Stirling, “Evidence for Acute Electrophysiological and Cognitive Changes Following Routine Soccer Heading”, aporta nueva evidencia sobre los riesgos de acumular impactos de la cabeza con el balón, concretamente sobre la función cerebral, evaluando el efecto inmediato del juego de cabeza rutinario, mediante el uso de la Estimulación Magnética Transcraneana, una técnica que permite interferir de forma controlada la actividad normal del cerebro. ADjuntamos el texto completo del artículo.

Para el estudio se trabajó con 19 jugadores aficionados de fútbol, de los cuales 5 mujeres, con edades adultas de entre 19 y 25 años, y una máquina de propulsión de balones a velocidades como las que se producen en el juego, impactando con la cabeza cada jugador en 20 ocasiones como si fuera un saque de esquina. Se midió mediante estimulación magnética transcraneana el cortex motor antes de la prueba, y después de ésta inmediatamente, un día después, 48 horas más tarde y con dos semanas de diferencia. También se midieron funciones cognitivas, la excitabilidad cortical y el control de postura.

Los resultados muestran que inmediatamente después de los remates se percibió un incremento de la inhibición de las funciones motoras controladas por el cortex y una reducción de la función memorística de entre el 41 y 67%. Unos cambios funcionales que son transitorios, normalizándose 24 horas después del ejercicio.  Sabemos por tanto que las subconmociones de los testarazos futbolísticos pueden ligarse con disfunciones cognitivas y electrofisiológicas inmediatas y lo que debe analizarse ahora con estudios más profundos es qué consecuencias para la salud cerebral acarrea la práctica cabeceadora a largo plazo.  En cualquier caso, la doctora Magdalena Ietswaart, neurocientífica de la universidad escocesa piensa que a largo plazo el cerebro puede verse afectado con esta rutina deportiva.

Fuente: La Celosía

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