¿Cómo cambiar los hábitos de alimentación con tanta comida de empresa?

¿Cómo cambiar los hábitos de alimentación con tanta comida de empresa?

El secreto está en la planificación
5 Octubre 2017

Cuando el directivo se sienta a conversar conmigo, ya ha pasado por la consulta de enfermería donde, además de haberle realizado diferentes pruebas (análisis de sangre, audiometría, espirometría…) le han medido y pesado en una maquina infalible que no deja que se escape ni un gramo de su masa corporal. La información que arroja la "diabólica máquina", no deja lugar a dudas sobre algo que ellos ya saben. Ahora, además, hay constancia objetiva de ello; el sobrepeso.

"Soy el director comercial de mi empresa y me paso el día de comidas para cerrar negocio. Es imposible hacer dieta de esta manera" – me dicen algunos. Otros: "Viajo todas las semanas, así que nunca sé dónde comeré, ni a qué hora, ni lo que habrá para comer allí donde esté". Y casi todos coinciden en este tipo de confidencias: "¿Cómo voy a pedir un filete a la plancha si mi cliente quiere cochinillo?"; o, "¿cómo no voy a tomar vino si mi cliente quiere pedirlo?"

Desde la sección "La psicóloga de los directivos" hablan de "los hábitos de la alimentación".

Estamos todos de acuerdo en que no sólo comemos por la necesidad de alimentar nuestro cuerpo. Esto ha dejado de ser un acto básico para convertirse en una excusa para seguir trabajando, reunirnos con amigos, o dividir el día en tres "nuevas franjas horarias": desayuno/comida/cena.

Para los que el táper con comida de casa es una opción compleja y altamente improbable, el restaurante también ofrece una gran variedad de equilibradas recetas saludables. El secreto está en la planificación.

¿Cómo podemos convivir con los deseos gastronómicos del cliente y los nuestros? Partamos del principio: ¿qué queremos? ¿Cuál es nuestro objetivo, perder peso, aprender a comer o las dos cosas? Voto por esta última opción. Si aprendemos a comer, perderemos peso y sabremos regularlo.

Para ello, algunos consejos:

La clave es el "5": cinco comidas al día. Es vital no llegar a la comida con esa sensación de "me comería una vaca". Lo ideal es que nuestra ingesta diaria de alimentos se reparta entre desayuno (y no vale el solitario café), fruta a media mañana, comida, merienda y cena. Un estómago que trabaja en su justa medida, es un estómago bien educado. Un estómago, continuamente hambriento, es más difícil de domar.

Para ello, la planificación es la herramienta clave. Algo que los directivos dominan cada día en sus agendas. Así que no hay excusas. Planifica la compra de los productos que necesitarás llevar para tomar a media mañana y la merienda (fruta, yogures, alguna verdura cruda) y que llevarás contigo; igual que llevas el maletín con el ordenador, la maleta de viaje o la bolsa de deporte en el maletero del coche.

Para el momento "mesa en restaurante con clientes comensales": recuerda tener siempre presente tu objetivo; "como lo que yo decido". En todas las cartas hay carnes o pescados a la plancha, verduras, sopas, cremas y ensaladas. Muchos dicen que les avergüenza pedir este tipo de comidas. Pero: "¿Qué harías si tu vida dependiera de una pastilla al día y no la tomaras por vergüenza?" Los negocios se cierran valorando otras cuestiones. Desde luego, el "pollo a la plancha" no debería ser decisivo para firmar un contrato beneficioso para dos empresas.

Este mismo planteamiento es el que ha de utilizarse de cara al vino durante la comida u otras bebidas alcohólicas (tan altamente calóricas). Junto a tu plato pueden convivir la copa de agua y la del vino. Tú decides que consumo le darás a cada una de ellas. Una vez más, ten presente tu objetivo.

Y así, con cada uno de los elementos presentes en el "hábito" de cada uno; pan, postres, refrescos, aperitivos…

La elección de nuestros platos no tiene por qué ser aburrida o insípida. Reeduca y descubre el acto de comer; presta tu atención a los colores de aquello que ingieres, al olor que desprende cuando lo acercas a tu rostro, a la textura en tu boca, al sabor al masticarlo y tragarlo. Experimenta conscientemente cada uno de estos sentidos mientras comes.

Y hazlo despacio, disfrutando de ello. Deja las prisas y la ansiedad fuera del restaurante. Respira profundamente antes de cada bocado. Conecta con tus objetivos personales y usa la cabeza para comer.

Y como para todo, la clave es practicar.

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