Rodeada de lujos, la élite de Davos debate sobre desigualdad
Rodeada de lujos, la élite de Davos debate sobre desigualdad
También lo han notado las personas que se reunieron del 17 al 20 de enero en los Alpes suizos para el Foro Económico Mundial que se celebra cada año. Coincide con que ellos son la élite: jefes de Estado, directivos de fondos de inversión multimillonarios, ejecutivos de la tecnología.
Están listos para hablar sobre cómo arreglar las cosas y calmar la furia popular al convertir a la globalización en una propuesta lucrativa para las masas. Varias mesas redondas se enfocaron en encontrar la mejor manera de “reformar el capitalismo”, hacer que la globalización funcione y revivir a la clase media.
“Durante años, la desigualdad económica ha sido uno de los temas más discutidos en Davos, tanto en la agenda formal de conferencias como en las conversaciones en los pasillos y las fiestas o cenas privadas celebradas por toda la ciudad. Durante años, poco o nada ha cambiado”.
Lo que impacta es lo que por lo general no se analizó: fortalecer el poder de los trabajadores para negociar mejores salarios y redistribuir la riqueza de arriba hacia abajo. “Esa agenda es anatema para muchos de los hombres y las mujeres en Davos”, dijo Joseph Stiglitz, economista ganador del Premio Nobel y autor de varios libros sobre globalización y desigualdad económica. “El hombre de Davos se atora en proveer más derechos de negociación para los trabajadores. La pura realidad es que la globalización ha reducido el poder negociador de los trabajadores, y las empresas se han aprovechado de ello”.
La inquietud sobre las consecuencias de la globalización consume a Davos (al menos retóricamente). Sobre las cada vez más profundas angustias de la clase media en muchas economías desarrolladas. Sobre el temor de que los robots estén a punto de generar desempleo masivo.
Es una conversación impulsada en parte por el miedo: si el mundo está en verdad viviendo una insurrección populista, podrían simplemente señalar hacia Davos.
Sin embargo, las soluciones que prevalecen en la reunión en los Alpes parecen pensadas para evitar que las empresas y los más ricos tengan que sacrificarse, como si pudieran encontrar la manera de inclinar la balanza de la desigualdad mientras quienes están en la cima siguen en posesión de todo lo que tienen.
Tal vez has notado que en muchos países hay una cantidad nunca antes vista de personas enojadas con la élite económica y su tendencia a acaparar el botín de la globalización. Esta ola de ira llevó a Donald Trump a la Casa Blanca, empujó al Reino Unido a votar por salir de la Unión Europea y amenaza el futuro del comercio mundial.
También lo han notado las personas que se reunieron del 17 al 20 de enero en los Alpes suizos para el Foro Económico Mundial que se celebra cada año. Coincide con que ellos son la élite: jefes de Estado, directivos de fondos de inversión multimillonarios, ejecutivos de la tecnología.
Están listos para hablar sobre cómo arreglar las cosas y calmar la furia popular al convertir a la globalización en una propuesta lucrativa para las masas. Varias mesas redondas se enfocaron en encontrar la mejor manera de “reformar el capitalismo”, hacer que la globalización funcione y revivir a la clase media.
“Durante años, la desigualdad económica ha sido uno de los temas más discutidos en Davos, tanto en la agenda formal de conferencias como en las conversaciones en los pasillos y las fiestas o cenas privadas celebradas por toda la ciudad. Durante años, poco o nada ha cambiado”.
Lo que impacta es lo que por lo general no se analizó: fortalecer el poder de los trabajadores para negociar mejores salarios y redistribuir la riqueza de arriba hacia abajo. “Esa agenda es anatema para muchos de los hombres y las mujeres en Davos”, dijo Joseph Stiglitz, economista ganador del Premio Nobel y autor de varios libros sobre globalización y desigualdad económica. “El hombre de Davos se atora en proveer más derechos de negociación para los trabajadores. La pura realidad es que la globalización ha reducido el poder negociador de los trabajadores, y las empresas se han aprovechado de ello”.
La inquietud sobre las consecuencias de la globalización consume a Davos (al menos retóricamente). Sobre las cada vez más profundas angustias de la clase media en muchas economías desarrolladas. Sobre el temor de que los robots estén a punto de generar desempleo masivo.
Es una conversación impulsada en parte por el miedo: si el mundo está en verdad viviendo una insurrección populista, podrían simplemente señalar hacia Davos.
Sin embargo, las soluciones que prevalecen en la reunión en los Alpes parecen pensadas para evitar que las empresas y los más ricos tengan que sacrificarse, como si pudieran encontrar la manera de inclinar la balanza de la desigualdad mientras quienes están en la cima siguen en posesión de todo lo que tienen.
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