Los robots se ponen a leer y escribir

Los robots se ponen a leer y escribir

La industria cultural introducirá técnicas de reconocimiento facial antes de lo que sospecha
12 Julio 2017

Imagine que entra en su librería de toda la vida y ve una cámara de reconocimiento facial. Piensa en una cámara de seguridad, pero su librero le explica que ha sido instalada para darle un mejor servicio en próximas visitas. Al volver, al cabo de unos días, la cámara ha reconocido su cara puesto que le dio permiso al librero para incluir su ficha en su sistema operativo donde figura su historial de compra, afinidades lectoras y demás datos relacionados con sus lecturas. Tras reconocerle, una pantalla táctil le destaca una relación de libros que cree que usted debería tener en cuenta. Las recomendaciones están basadas en el comportamiento de otros lectores con sus mismas afinidades. La cámara habrá grabado qué libros tocaron, qué cubiertas les sorprendieron detectando sus emociones, qué sensaciones transmitía su cara al hojear las páginas y qué expresiones transmitieron al comprar los libros sugeridos. Los expertos en reconocimiento facial indican que los humanos transmiten más de un 90% de sus emociones a través de la comunicación no verbal (cara, gesticulación...).

No es ciencia-ficción. Los teléfonos móviles vendrán próximamente con un sensor, conectado vía inalámbrica a la piel del usuario, que detectará sus estados de ánimo. Dependiendo de si se está triste, alegre o cansado, los algoritmos de recomendación de librerías y bibliotecas que utilicen esas tecnologías sensoriales podrán sugerir a sus clientes leer un libro, escuchar un audiolibro o leer una poesía según su estado de ánimo. La industria cultural introducirá esas técnicas de reconocimiento facial antes de lo que sospecha porque son ya realidad en otros sectores como el farmacéutico, donde se utilizan para prevenir infartos o derrames cerebrales registrando el estado anímico de las personas en relación con su vida diaria, dieta alimenticia, estrés...

La inteligencia artificial se está convirtiendo en una de las apuestas digitales de las grandes compañías tecnológicas con el fin de gestionar el gran océano de información en la Red: cada día se crean 2,5 trillones de bytes de datos. Esa nueva frontera digital se ha convertido en El Dorado para empresas como Google, Amazon, Facebook y Apple (GAFA), donde van a ir destinados sus desarrollos tecnológicos de los próximos años. Facebook quiere ayudar a las personas ciegas a ver a través de la inteligencia artificial. Por su parte, Apple ha adquirido la tecnología Emotient, que detecta emociones a través del reconocimiento facial. Google sigue mejorando su algoritmo, cada vez más inteligente. Su último invento: la herramienta Deep Dream, capaz de crear imágenes basándose en otras imágenes.

Tecnologías como Siri o Google Now, basadas en la inteligencia artificial y big-data, ayudan a navegar de una forma más humanizada por la inmensidad de la Red. Las incursiones de algoritmos inteligentes en la creación de contenidos culturales están dando los primeros y sorprendentes resultados. La plataforma de cine y series de televisión Netflix analiza a diario (un equipo de 70 personas) el comportamiento y gustos de sus subscriptores para determinar sus próximas recomendaciones: realizan más de 200 pruebas anuales para mejorar la experiencia de descubrimiento de contenidos en su plataforma. Algo parecido hacen plataformas de música como Spotify o Pandora para ayudar a sus abonados a descubrir la siguiente canción. Esas recomendaciones no son siempre perfectas, pero su evolución es impresionante. Pronto los algoritmos inteligentes se convertirán en los grandes prescriptores de contenidos culturales. Los libreros y los críticos literarios o de cine no desaparecerán, pero tendrán que aportar otro valor añadido.

Editoriales más ‘inteligentes’

Para las editoriales, hasta hace poco, los datos que podían tener sobre el comportamiento de sus libros en el mercado eran más que limitados: apenas sabían en qué librerías estaban colocados y cuántas ventas se habían conseguido de cada título. De eso se ha pasado a conocer el comportamiento de sus lectores sobre un libro (qué se ha leído y subrayado, cuáles son las emociones y sensaciones que transmite una lectura...), todo en tiempo real.

Esos nuevos algoritmos van más allá de agregar los datos de las listas de los más vendidos, metadatos de las editoriales o puntuaciones con estrellas que no contemplan los matices anímicos del lector. Ya ahora mismo tecnologías basadas en inteligencia artificial, como Tekstum, Trayectory o Komilibro, ayudan a editores, libreros y bibliotecarios a descubrir las emociones, sentimientos y sensaciones que una obra transmite a sus lectores, proporcionando un análisis científico en tiempo real de las opiniones y reseñas que los lectores realizan en plataformas literarias, blogs y redes sociales. Gracias a estos nuevos algoritmos, los profesionales del mundo del libro pueden saber en tiempo real, por ejemplo, el tiempo promedio de lectura de un libro, si se ha acabado de leer, días y horas de mayor lectura, qué párrafos han sido más subrayados o cómo los lectores interactúan con libros de ciertos géneros. O, por geolocalización, saber dónde concentran más seguidores. O reordenar el catálogo a partir de emociones y no por temas o géneros como hasta ahora...

La mayoría de las plataformas de venta de libros por internet están recomendando a sus clientes la lectura de otros libros basándose sólo en la variable compra: personas que han comprado un determinado libro también han comprado estos otros que le pueden interesar. Los lectores saben que las recomendaciones basadas en esa variable les han permitido descubrir libros y autores, pero también se quejan de que el algoritmo falla: la mera compra no conlleva un alto grado de satisfacción de su lectura.

Para mejorarlo, la nueva generación de tecnologías de recomendación que se nutre de afinidades reales entre libros se convertirá en la principal prescriptora en la Red. El nuevo concepto es el de “libros que recomiendan otros libros”. Para los editores, esta nueva vanguardia tecnológica significa que podrán aconsejar a sus lectores otros títulos de su catálogo de forma mucho más útil. Cuanto mayor bibliodiversidad tenga una librería o biblioteca, más completas serán las sugerencias de lecturas relacionadas.

Pronto los algoritmos inteligentes se convertirán en los grandes prescriptores de contenidos culturales

Los beneficios lo son tanto para lectores como para profesionales. Plataformas como Inkitt o Authors.me aportan a los expertos una visión más amplia del comportamiento del mercado, así como de la estructura, tono y estilo de los manuscritos que reciben. Con esa información, los editores pueden gestionar mejor su inmensa oferta para atender las diferentes afinidades culturales, así como elaborar estrategias de marketing y comercialización con más probabilidades de éxito al saber el historial lector de los usuarios.

En esa linea, el año pasado un manuscrito redactado por un ordenador pasaba la primera fase de un premio literario en Japón. El jurado se sorprendió al enterarse de que la historia había sido producida por una máquina. La novela era de un equipo de investigadores encabezado por Hitoshi Matsubara, profesor de la Universidad del Futuro-Hakodate, e imitaba el estilo de Shinichi Hoshi, autor reconocido por sus obras de ciencia ficción.

Los autores del libro Código Bestseller han identificado cerca de 3.000 patrones asociados con libros que se han convertido en superventas: número de páginas, ritmo de la trama, número de personas, escenas de sexo, estilo de escritura... Basándose en esos patrones, su algoritmo detecta con un 80% de éxito si un manuscrito puede ser un best-seller o no... Pero uno de los riesgos de un uso abusivo del rastreo de datos es que la futura publicación de libros se limite a atender solo las supuestas demandas del mercado. El reto será equilibrar voces y puntos de vista.

Los futuros algoritmos de libros basados en la inteligencia artificial permitirá a los lectores recomendar de forma muy personalizada

Librerías físicas ‘ciegas’

Actualmente, la mayoría de las librerías desconoce el perfil de quienes les visitan. No saben si son ávidos lectores o sólo buscan un regalo para otro. El valor añadido que aporta Internet es el conocimiento directo del cliente y su comportamiento durante la compra, así como el análisis posterior de la lectura del libro vendido. Porque la compra de un volumen no implica que le haya gustado al lector. Un 60% de los e-books comprados no se terminan de leer nunca y el lector en pantalla no difiere tanto del de papel. Según la plataforma Kobo, un 24% de los lectores descubren su siguiente lectura a través de un algoritmo.

¿Cómo un buen librero o bibliotecario recomendará un libro si desconoce el grado de satisfacción de la anterior lectura? Los futuros algoritmos de libros basados en la inteligencia artificial les permitirán recomendar de forma muy personalizada porque esas nuevas tecnologías analizan si se ha leído un libro hasta el final o no, qué capítulos se han saltado o si se relee un determinado autor cada año. También podrán analizar qué se ha subrayado y anotado, así como qué partes del libro (personajes, trama, etc.) se han compartido con otros lectores en un club de lectura online o en una red social. Esos datos sobre el comportamiento y el grado de satisfacción reales del lector se convertirán en el principal activo de las librerías y bibliotecas en la nueva era digital.

Espacios culturales más inteligentes

La inteligencia artificial, la realidad virtual y el big-data tendrán también un gran impacto en la forma en que se descubrirán libros de papel en espacios físicos. Afortunadamente, el concepto de librería y biblioteca en el siglo XXI va más allá del propio espacio físico. Una marquesina de autobús o una farola pueden convertirse en una librería o biblioteca online. Cualquiera de esos lugares servirá para que le puedan colocar sensores inteligentes que ofrezcan a los lectores contenidos relevantes para ellos, ya que han sido geocontextualizados gracias a sus móviles. Cada vez hay más librerías y bibliotecas que incorporan tecnologías de proximidad, como beacons o sensores NFC (dispositivos de conexión bluetooth para comunicar con móviles), para enriquecer la experiencia de compra de libros de papel.

En este contexto de integración del mundo físico y online, los denominados bots (programa informático que imita a un humano) también ayudarán. La página de HarperCollins tiene ya un bot encargado de recomendaciones: es BookGenie, el cual pregunta al usuario si quiere que le recomiende un libro o saber sobre algún autor. En el caso de pedir alguna recomendación, el bot pregunta cuál ha sido la última lectura. A partir de él, inicia las recomendaciones. Los móviles tendrán todo tipo de apps basadas en chatbot (robot capaz de simular conversaciones con una persona) que resultarán muy útiles para responder a preguntas sobre libros que se buscan. La evolución tecnológica de estos bots será la implementación de programas de procesamiento del lenguaje natural, que incluyen las emociones, nuestro estado anímico, el doble sentido del lenguaje... También será muy común ver en las librerías y bibliotecas robots que asumirán toda clase de tareas. Existen ya robots de aspecto humanoide, como Pepper, dispuestos a resolver dudas y facilitar las compras a los clientes en una librería o tienda de un museo.

Se dice que estamos ante la última generación dónde el humano será más inteligente que las máquinas. Y eso tendrá su impacto en el mercado laboral: los informes más tranquilizadores (Cognizant) indican que la inteligencia artificial destruirá un 12% de los empleos actuales, pero que creará un 13% de nuevos. La edición no quedará ajena a esas proporciones.

En cualquier caso, un mundo con coches sin conductores, casas inteligentes, sensores que analizan el sueño y el ejercicio, robots en hospitales y hasta en museos y teatros… ¿se ha de suponer que el mundo del libro seguirá siendo igual?

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